Indignados sobre raíles

07 de Agosto de 2024
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"Todo buen ciudadano debe indignarse actualmente porque el mundo va mal". Stéphane Hessel explicitaba esta deber cívico en su obra "Indignaos" dirigida a los poderes financieros. Once años después de la muerte del escritor francés, abatido y en retirada el espíritu del 15M por el adocenamiento del dinero público en los bolsillos de los irredentos, hay mucho motivo para la disconformidad y el enojo.

En estos días, los medios informativos -incluidos los malditos digitales- se ocupan del enojo monumental por el desastre ferroviario en Madrid mientras Óscar Puente juega al golf. No es demagogia, no es hipérbole, es la realidad. El indigno ministro ha dejado los tuits momentáneamente para intentar hacer el hoyo en cuatro. Si es birdie, beneficio propio. Si es bogey, pagan los usuarios del tren. Por el tenor de lo que acaece en Madrid, cada recorrido es doble bogey. Esto es, va con retraso.

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En Madrid están sorprendidos. Claro, quien dice en Madrid dice en media España y parte del mundo que confluye en la capital. En Huesca, estamos acostumbrados a los triples bogeys, a los retrasos mayúsculos, a los trenes que no arrancan o que se averían. A los cortes de luz o las riadas que afectan a las infraestructuras. Ya llegó el AVE con cierta sordina, por aquello de que lo inauguró quien no lo había concebido y realizado hasta casi el final, que fue Cascos -se siente, la verdad es la verdad- El cierto espíritu vergonzante de su puesta en marcha fue replicado por la buena respuesta de los viajeros. Una alta velocidad para conectar Huesca y Madrid ha sido una bendición.

La imagen de los indignados de Madrid, que no se circunscribe solo al AVE sino también a las conexiones regionales, se repite muchos lunes, domingos o entre semana en los oscenses. Los habituales del primer día laboral acuden deshojando la margarita: saldrá, no saldrá, saldrá, no saldrá. Cada vez son más los pétalos desgajados de la negativa. Y, cuando sucede, que es común y no es la causa la vetusta unidad que supera la treintena de edad, en Renfe -amablemente, eso sí, siempre contestan- pasan la patata caliente a Adif, donde a la llamada del periodista tienen la insana costumbre de contestar desabridos. Vamos, que te mandan a descaparrar. Sobre todo si no entra dentro de sus horarios... ¡Manda güevos!

Que si son galgos, que si son podencos, lo cierto es que el servicio ferroviario en este país y en nuestra provincia requeriría un ministro a tiempo completo y, en lo que está en nuestras manos, aplicarse al deber cívico de indignarse porque el mundo de los raíles va mal. Rematadamente mal. Horrorosamente mal. Sólo cuando nos toca nos concienciamos de la frustración que representa. Y, con ese motivo, me atrevo a pedir a la alcaldesa Orduna, al presidente de la Diputación Claver y al presidente aragonés Azcón que conciten al golfista Puente a que se ponga el mono de trabajo de una puñetera vez y dedique una parte de su tiempo -entre insulto e insulto a periodistas- a arreglar este desaguisado que tanta desazón nos provoca. Di que a él, mientras se lo lleve crudo...

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