Intoxicación, desinformación y el efecto bumerán

14 de Junio de 2024
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He tenido que acudir a una revisión después de que el PSOE Alto Aragón haya sostenido, en un comunicado digno de análisis en la Facultad en la que ha ejercido la función docente el Secretario General (en minúsculas, profesor, un poquito de por favor, mira en la Fundeu cómo se escriben los cargos), que he sido intoxicado por el Partido Popular. Mi médico del alma me ha tranquilizado: "Cero toxinas, sigue así, que la verdad libera".

Ya lo entiendo. Piensa el ladrón que todos son de su condición y que se puede llamar a esto de las siete de la tarde, como la personaje del día, para interesarse por la orientación de la portada con su conmilitona periodística. Pero aquí va a ser que no. Aquí, guste o no, que muchas veces no gusta, libertad total y rigor absoluto. Aunque duela, porque la verdad no es un bálsamo sino un camino que entiende de espinas y de incomodidades.

Me ha inquietado francamente el encabezamiento de la nota de prensa: "PSOE. Información". No, no me parece bien. Es como si yo pusiera el nombre de nuestro medio y añadiera: "Propaganda". A cada cual lo suyo. Lo que hacen los partidos, porque lo deben ejercer porque está en su esencia y su misión, es tratar de impregnar con sus posiciones, doctrinas e ideologías a los ciudadanos, igual que los publicitarios tratan de que los destinatarios compren sus productos. Segundo error incomprensible profesoralmente.

No voy a entrar a defender al objetivo de sus ataques, el PP, que ese es un campo de batalla que no me compete. Tal es así que nuestra sacrosanta obligación informativa (esto sí) nos concita a publicar noticias de San Miguel de Cinca, de San Esteban de Litera, de Zaidín o de Monzón, por poner cuatro ejemplos dicromáticos, en rojo y en azul. Sabiendo distinguir qué es asumible objetivablemente y qué obligado a utilización de comillas, básicamente para que no nos vendan motos.

Ni siquiera me pronunciaré sobre algunas excentricidades sobre la presunta intención popular de vetar la concurrencia a planes de obras de ningún pueblo, o entremezclar en un cóctel malo a los funcionarios para echarlos encima del rival, porque es confundir el culo con las témporas. Lo que aquí se sustancia nada tiene que ver con el trabajo de los técnicos, con la abstracción de los procedimientos y con la extensión de las dudas con una cantidad de topicazos que colapsarían de vergüenza cualquier sálvame-de-luxe.

Aquí va de algo que el señor Sabés, como profesor, debiera conocer, y es de fuentes, de informaciones y de artículos legales de la contratación, la subcontratación y los conflictos de intereses. Va de legalidad y va de ética, porque donde una consiente la otra puede afear en un demoledor efecto bumerán. Y tampoco tiene nada que ver con la irrupción en la esfera personal, porque nada más lejos de la intención de un artículo que no contiene ni un sólo juicio de valor, sino una exposición de documentos oficiales y de articulado normativo. Sin quitar ni poner punto ni coma. Si esto no es capaz de entenderlo el señor Sabés hasta el punto de incluir a este medio en la maquinaria de desinformación (otro lugar común despreciable en cualquier individuo de mínima honradez intelectual), es que no ha tenido a un profesor como don Luka Brajnovic, no ha leído a Kapuscinski y no ha llegado a la disociación entre información y opinión. Y, si esto es así, le deseo una larga vida en la tribuna de oradores para liberar las aulas de su errática confusión. Que hay que preservar a las generaciones de periodistas que vengan de tan caóticas influencias.

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