Meter miedo para arrinconar la libertad: el dominio mental

A día de hoy, el negacionismo es ser acrítico mientras la libertad muere a pasos agigantados

26 de Marzo de 2025
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Como si no hubiera suficiente argumento para la zozobra, leí durante la pandemia "El dominio mental" del coronel Pedro Baños. Lo recomendé con fruición e incluso lo cedí, no recuerdo a quien, por lo que ya no lo tengo en mi poder. Pero me marcó tanto que tengo grabados a fuego muchos de los postulados escritos después de una labor intensa de cooperación de psicólogos, psiquiátras, sociólogos, ingenieros y otro tipo de profesiones pasadas por el tamiz del "geoestratego" -tal es su denominación en redes sociales-. Aconsejaba yo, creo que con buen criterio, que se leyera tan sólo si se estaba anímicamente fuerte, porque las conclusiones eran realmente intimidatorias.

Estos días me estoy acordando mucho del contenido visionario del coronel. Cada día, como sostenía la santa, tiene su afán y en estas jornadas de convulsión planetaria todas las noticias abundan en una realidad patente desde el coronavirus: existe una falta de respeto a la madurez de los ciudadanos y una voluntad cierta de acogotarlos a golpe de amenazas. La última ha sido esa insensata recomendación para prepararse para un escenario de guerra en Europa. Hay que proclamarlo abiertamente: si se produce una conflagración, será fruto de la absoluta incompetencia de la Unión como conglomerado y de la práctica totalidad de los gobernantes que manejan los hilos de cada país. Cuando un inepto blande un puño de hierro, las consecuencias pueden resultar demoledoras. Es como los futbolistas malos, nunca sabes hacia dónde va a ir el balón.

La insensatez del alarmismo desacredita su legitimidad para cualquier dirección de un país. Hace prácticamente veinte siglos Epícteto de Frigia sostuvo que de lo que hay que tener miedo es del propio miedo. El temor que provocan las avalanchas, las reacciones irracionales, las represiones salvajes. Todo está inventado en el Viejo Continente, que no ha aprendido de las frecuentes guerras auspiciadas por mentes sin escrúpulos, propagandas abyectas, nacionalismos estúpidos y odios iracundos. Lo creamos o no, hay mucho Goebbels en estos tiempos del populismo del que muy pocos se salvan. Al mundo se le tiene que estar poniendo cara de distopía, de 1984, de Un Mundo Feliz, de ingenieros y arquitectos sociales, mientras los gobiernos están en manos de verdaderos analfabetos políticos y de estridentes dirigencias de bajos submundos.

En esa perversa falta de respeto a la madurez ciudadana, se suceden los anuncios. El director general de Tráfico reconoce que valora la medida francesa -Macron pasará a ser el más innoble dirigente de toda la historia, el enano frente a la grandeur- de penalizar el uso de un sólo ocupante por coche, bajo el pretexto de que es irresponsable mover 1.500 kilos para llevar a un sólo pasajero. En lugar de todo por la patria, los fariseos proclaman lo de todo sea por el medio ambiente. Por otro lado, el anuncio hacendístico -y poco hacendoso- de que las transacciones por bizum serán controladas cuando obedezcan a motivos comerciales -ojo al detalle- desde cero frente a la actual vigilancia a partir de los 3.000. Y, por si fuera poco -otra vez El Dominio Mental-, al dinero físico ya lo están apuntando para aniquilarlo.

Todo, absolutamente todo, las advertencias, las amenazas, los anuncios de un comité de crisis europeo frente a la guerra -con certeza invadido por expertos de la nada-, las admoniciones quieren perfilar un nuevo orden en el que la Inteligencia Artificial, con sus maravillas y sus contraindicaciones (como los medicamentos), sea el único signo de intelecto en este erial de la ética y de la estética. Tales asnos están regentando el planeta que, como Mafalda, dan ganas de reivindicar que se pare para apearnos. A fecha de hoy, el negacionismo es ser acrítico mientras la libertad muere a pasos agigantados.

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