Mucho show y poco cambio: Venezuela como paradigma

Es el precio de la libertad, que a lo largo de toda la historia de la humanidad ha demandado sacrificios en situaciones extremas

15 de Enero de 2025
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Me manda mi querido Julio un video con una entrevissta a Axel Kaiser, abogado chileno y profesor de Filosofía en Heidelberg, liberal empedernido, en la que denuncia que, al final, nos quedamos con mucho show y poco cambio. Expone el caso de Venezuela, en el que vaticina que sólo una intervención militar derrocará la tiranía de Nicolás Maduro. Y agrega que un narcodictador corrupto como el fraudulento presidente venezolano no dejará jamás el poder. Lo grave es que a la comunidad internacional se le ven sus vergüenzas en la forma de dejar abandonado a un pueblo que ha sido condenado a un dilema: el exilio o el hambre y la injusticia.

Una curiosidad: esta entrevista en la que denuncia el buenismo putrefacto de las organizaciones y de los gobiernos internacionales data de la Cumbre de la Concordia de las Américas de 2019. Cinco años largos que constatan que todo lo que podía salir mal con esa táctica del avestruz, esto es, meter el cuello hasta que pase la tormenta, desemboca en una tragedia por la vía del deterioro imparable de la convivencia y el único y exclusivo progreso de los gobernantes totalitarios y sus secuaces. El mundo pretendidamente democrático es cómplice del chavismo.

Recuerdo una lección de un profesor espléndido en mi etapa universitaria, Francisco Gómez Antón, tanto que llegamos a pedir a la Universidad de Navarra aumento de sus clases porque nos inyectaba entusiasmo por las relaciones internacionales. Sostenía que la diferencia entre los totalitarismos y las dictaduras es que los primeros sobreviven al gobernante (léase Cuba o China o los regímenes tiránicos de raíces pretendidamente religiosas) y las segundas morían con el fallecimiento biológico del dictador. Las dictaduras desaparecen vía violenta (Ceaucescu) o, como en España, en la cama. De ahí que debiéramos valorar y proteger más el legado de una Transición que fue un modelo de confraternización que yo defiendo absolutamente, por más que todo proceso tenga aristas de imperfección. No la quiero imaginar en manos de los que la denostan, porque con certeza hubieran pasado de dictadura a dictadura... y tiro porque me toca.

No hay que engañarse. Más allá de espectáculos (¡qué libro hubiera desarrollado García Márquez con la patética toma de posesión de Maduro!), las sociedades maduras han de reflexionar y actuar para proteger ese bien supremo que es la libertad y sin el cual no existe una paz verdadera. Y viceversa: la paz auténtica y no impostada por la barbarie soterrada o por la cobardía demanda libertad. Si no, es una violencia disimulada, pero violencia al fin y a la postre.

El buenismo occidental, la inepcia de la Unión Europea, la hipocresía del Gobierno español, la incapacidad de una ONU muerta representan un anestésico definitivo ante una sociedad acrítica, irreflexiva, tendente al analfabetismo funcional, desdeñosa de la cultura política que tan importante es. Y por eso no afrontan una verdad incontrovertible: la soberanía popular de Venezuela -y de muchos otros países- sólo puede pasar por una presión extrema -no es sorprendente que para muchos venezolanos Trump sea la esperanza- o por un equilibrio de las armas entre las militares de hoy al servicio de Maduro y las que pudieran disponerse, con baño de sangre incluido e inevitable, para la restauración democrática con garantías.

Que ocho millones largos de venezolanos hayan sido condenados al exilio no ha sido una razón suficiente para la firmeza internacional. Y, a partir de ahí, desgraciadamente, sólo queda una esperanza y es castrense. De quien sea, interna o externa. Es el precio de la libertad, que a lo largo de toda la historia de la humanidad ha demandado sacrificios en situaciones extremas. Menos show y más cambio, empezando por el aislamiento diplomático de Maduro, que ya está tardando. Lo demás es predicar sin dar trigo. Y la democracia en Venezuela exige una cosecha entera de coherencia.

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