No salimos fuertes, lo que salimos es menos, decenas de miles menos

Salvo que entre los muertos también haya clases, fueron mínimo 130.000 los muertos en toda España, no 7.291

17 de Marzo de 2025
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La hemeroteca es la mejor máquina de la verdad que el ser humano tiene a su disposición. Y probablemente la menos empleada. Como la memoria. Sólo así se explica ese lavado de cara de Fernando Simón en los últimos días, con motivo del quinto aniversario de la pandemia que nos sumió a todos en una profunda depresión sobre la que se elevó la muerte, la mentira, la insensibilidad y la falta de escrúpulos. El lo que fuera que fue ha diferenciado entre los que le creyeron a pies juntillas y los "haters". El rey de la imprecisión y de la frivolidad incluye en este último saco a quienes, legítimamente, usan su libertad de pensamiento y depresión.

La gestión de la mayor crisis sanitaria que ha conocido el mundo fue, como mínimo, muy criticable en España. En los días previos, cuano ya caían como moscas en medio de la falsedad sistemática china y cuando Italia ya nos estaba marcando el camino que seguiría nuestra salud colectiva, nos fuimos alegremente a manifestarnos los agricultores y los feministas, nos juntamos siete mil para ver el Huesca-Fuenlabrada y nos besábamos con delectación propios y ajenos. Fernando Simón y Salvador Illa minimizaban absolutamente los riesgos (apenas uno o dos muertos) hasta que... ¡zas! El rechinar de dientes.

Por más que la propaganda partidaria clave la cifra de 7.291, como si el centralismo madrileño obligara a concentrar la tragedia en la comunidad con evidente interés político, y salvo que entre los muertos también haya clases, fueron mínimo 130.000 los muertos en toda España. La hemeroteca también recuerda, al respecto de la contabilidad madrileña, a Pablo Iglesias presumiendo de llevar las riendas de las residencias de toda España.

¿Recuerdan la ingeniería contable de Simón-Illa? De repente, dijeron que estadísticamente había que reconsiderar los guarismos y redujeron en treinta mil, cuando estábamos cerca de los cien mil, los fallecidos. Fue, sin duda, la resurreción más masiva de la historia de la humanidad. La negación de cualquier catástrofe, que tiende a aflorar óbitos, y en este caso lo que hizo fue devolverlos a la vida.

Pongamos en el tapete otra cifra: 70. Fueron los días en que, de estado de excepción a estado de excepción, tardó el Gobierno en declarar las mascarillas obligatorias. Cinco decretazos de dos semanas de estado de alarma. En aquellos tiempos de clausura, recuerdo ir a comprar al supermercado y prácticamente nadie la llevaba. Cuando se cavaba lo más hondo del depósito de los cadáveres en las sepulturas. Una razón fundamental: no había suficientes. Una respuesta que dieron quienes sí las tenían: sólo es cuestión de pagarlas. Eran, casi, artículo de lujo. Y, en concepto de tal, oportunidad para el pillaje abyecto que, a la vista está, brotó a delincuentes sin escrúpulos en buena parte de España, con la anuencia en unos casos del pavor institucional, en otros de la connivencia de las comunidades autónomas, ayunas de liderazgo estatal.

En medio de aquella tragedia colectiva, emergieron también las iniciativas heroicas. Esa maravilla de Concahusa, Huesca Excelente, Huesca Suena que llevó medio millón de máscaras de Julio Luzán por toda España en el mayor acto de participación popular (o crowdfunding si lo quiere el lector) de la historia de esta provincia. Esa idea maravillosa de Alberto Ibor que dotó a todas las residencias de Aragón de tablets con las que poner en contacto abuelos y nietos por la prodigalidad de una gran compañía anónima. Y, sin embargo...

Ni salimos mejores ni más fuertes, como pregonó la oficialidad para la "nueva normalidad" en su febrilidad goebbelsiana. La única verdad es que salimos menos. 130.000 menos siendo generosos en el recuento. Y que, pese a que Italia nos adelantaba en dos semanas cómo iba a ser nuestra evolución, jamás aprendimos. Y que la Atención Primaria no salió reforzada, sino dañada. Y que el mejor sistema sanitario del mundo no era tal, por más que tengamos a los mejores sanitarios del mundo. 

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