No todo vale

17 de Junio de 2024
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Siento recurrir nuevamente a la monolítica defensa que los de la casta dedicaron a la defensa de la carta de Elisa Sancho en Meta (antiguo Facebook), pero merece la pena una expresión tan brillante que empezó a ser repetida, en un rosario por cuentas, por un buen número de los consoladores de la vicepresidenta: "No todo vale". Repentinamente, me vino a la cabeza aquella feliz aseveración de Eugene Ionesco en su creatividad inmensa en torno al teatro del absurdo: "Sólo valen las palabras. Todo lo demás es charlatanería".

Es la constatación de que muchos de los agregados a la lideresa no habían leído o no habían entendido la información de nuestro diario: ¿qué parte del titular "La empresa del hijo de Elisa Sancho instaló las iluminaciones de los núcleos de los que es alcaldesa adjudicadas en 131.102 euros" no han entendido? Y del texto impregnado absolutamente de documentación oficial del Ayuntamiento de San Miguel de Cinca (decretos de alcaldía firmados por la susodicha, por cierto) y del articulado de las leyes sobre contratación y subcontratación, ¿hay algo reprochable más allá de esa molesta invitación a conocer la verdad aunque duela?

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No todo vale. Claro. La vicetodo decía que con la información se está atacando a las empresas oscenses, lo que significa que reduce el universo empresarial a las adjudicatarias invitadas, tras troceamiento de contratos para que sean menores y no someterlos al criterio de la libre concurrencia (por tanto, incontrolable), y a SYB, su amantísimo retoño. Para quienes acríticamente se pusieron a cacarear el "no todo vale", habría que preguntar si el derecho a participar en procesos pagados con dinero público es un coto cerrado a voluntad del sectarismo. El empresariado reducido a la mínima expresión, los míos privilegiados y los demás fuera.

No todo vale. Pretender que exigir transparencia es cuestionar a los técnicos de la Diputación es intentar una infantilización de la audiencia. Toda actividad política y pública está sometida al escrutinio y la fiscalización de los organismos pertinentes, de las corporaciones y, sí, por supuesto, de los medios de comunicación. Semejante argumento no es sino un ardid que busca complicidades como cobijo. Así que a mostrar todos los expedientes y, si hay vergüenzas, a desnudarlas. Y, de no haberlas, a reconocerlo. Que no pasa absolutamente nada. Porque no todo vale.

El "no todo vale" (algunos, inopinadamente, altos cargos que espero se prodiguen mejor en el uso lingüístico en las tribunas) implica, además, la aquiescencia a la desobediencia a la interpretación de las leyes sobre contratos públicos, cuya pretensión espuria es garantizar la digitalización de las adjudicaciones, esto es, el dedazo todopoderoso. El "no todo vale" se instala en la turbina de las emociones de la cercanía a la jefa sin pararse siquiera un minuto a pensar en las consecuencias, en la legalidad y, sobre todo, en la ética que confiere la legitimidad. Y, llegando a este plano, el de la moralidad, esos paseos de los uniformes del zagal por los pueblos de mamá -por supuesto tras los votos, que no son en todo caso un contrato para la impunidad- efectivamente se revierten para afirmar contundentemente: "N O T O D O V A L E". Así que ahora, en la dualidad irrenunciable libertad-responsabilidad, a dilucidar todas estas cuitas como decidan los jurídicos, que es su hora.

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