Se ha convertido, a golpe de realitys y showtalents que antaño denominábamos basura por su obvio desprecio a la madurez de las audiencias, en toda una profesión dentro del oficio: los analistas de los programas televisivos. Amparan sus juicios de valor en los dudosos argumentos estadísticos del voy y vengo y en formulaciones profundamente superficiales. Se han erigido en los nuevos sociopsicólogos de la edad moderna. Esta semana en cierre, alcanzaron el cénit de su propia capacidad intelectual al proclamar que, con La Revuelta de Broncano versus El Hormiguero de Pablo Motos, hemos entrado en una nueva época. En un paradigma novedoso, ignoto hasta ahora. Como una especie de serendipia, descubrimiento casual pero feliz. Ya tenemos nuestro soma, podemos ser felices.
De los dos programas, en una semana, he visto 6 minutos y 10 segundos. Los suficientes para barruntar que una entrevista (Millás-Arsuaga) que puede ser prometedora si se afronta con rigor -que no empece para utilizar el humor- en lugar de chabacanería queda en la ruina de una visión relativamente idealizada que tenía uno por sus libros a cuatro manos en torno a un sapiens y un neandertal, desde la lectura de la vida y de la muerte a la actual de la conciencia. En esos seis minutos, con los que seguro que la audiencia se rio a brazo partido, reflexionaba sobre la forma de tirar al contenedor de la insignificancia el talento del escritor y el antropaleontólogo. Como si, abducidos por los focos, hubieran revertido el hilo de la explicación y el neandertal -la televisión actual- estuviera dando lecciones al sapiens.
Cuando dejan de interesarte Millás y Arsuaga, efectivamente ha cambiado el paradigma, sobre todo porque se produce en la televisión pública. Tampoco vi ni un minuto de Victoria Federica (o como se llame, no tengo certeza ni voy a perder un segundo en comprobarlo) o de Lamine Yamal, con el viejo aforismo de mi amigo Luis Gómez de los ajedrecistas aplicado a los futbolistas: el chico será extraordinario en sus habilidades con los borceguíes, pero la naturaleza le puede llevar por senderos que Salmántica no podrá resolver. Talentos diferentes, y por tanto lo que me interesa es que meta buenos goles, no que bromee con el entrevistador... aunque en este caso la cadena es privada y, por tanto, no bebe de mis impuestos.
No. Ni se ha descubierto un modelo ni un método. Que no nos traten como idiotas, aunque a veces demos síntomas de conversión hacia una sociedad infantilizada. Las "chicciolinas" ya las llevaba a su programa Jesús Gil y Gil y tal y tal cuando los productores italianos vinieron a empobrecer la televisión, a meter intrusos y explotar periodistas de los buenos con sueldos millonarios para los primeros y miserias para los segundos. Si alguien quiere ver un paradigma de calidad, que vaya a las viejas grabaciones y disfrute de Balbín o de Hermida, y probablemente, en esa regresión, constate la involución mediática y también social. En esta guerra ideologizada en la que además nos soplan 28 millones de las arcas de nuestros impuestos, que no cuenten conmigo más allá del latrocinio a mi cartera que no consiento, pero no tengo otro remedio que aguantar. Si me acompañaran muchos en la revuelta, sería mejor para todos, pero vivimos en la cultura de lo chabacano. Dios nos proteja.
Conclusión: la metamorfosis ha birlado los minutos de oro y, como en la NBA, ha prodigado los minutos de la basura. Si esto es progreso...