El obispo Ángel en la diana de la zafiedad

Si de mí dependiera -que gracias a Dios no es así- automáticamente le atribuiría la triple diócesis de Huesca, Jaca y Barbastro-Monzón

29 de Septiembre de 2024
Ángel Pérez Pueyo, obispo de Barbastro-Monzón

Egresé de la Universidad de Navarra hace 40 años, y de hecho el sábado próximo se celebra la fiesta conmemorativa de la promoción. Estoy alejado de todo prejuicio contra el Opus Dei. En la Facultad, disfruté de cinco magníficos años, admiré a profesores y mantengo una buena amistad con unos cuantos compañeros de la Obra.

En la Universidad de Navarra, en la 🤔  obra mi expediente académico que no creo que sea nada despreciable aunque lo tengo en el baúl de los recuerdos, aprendí Periodismo que he practicado durante cuarenta años. Lo hice con excelentes maestros que me enseñaron a aplicar no sólo las técnicas de este bonito oficio sino, fundamentalmente (¡ay, don Luka, qué falta harías hoy!), a entender las irrenunciables normas de la deontología.

Desde ellas, me veo obligado a un pequeño análisis de texto, no 'por alusiones' que reservo para quienes me merecen respeto, de dos esperpentos con pretensión de desvelar algo novedoso, de sacar a la luz no se sabe qué tipo de maldades y carencias del obispo Ángel Pérez Pueyo. En primer lugar, he intentado enterarme quién es la tal Aurora Buendía, la firmante del artículo de Infovaticana, y no hay manera de encontra resto ni por Linkedin ni por internet. Conocida es la tradición de seudónimos en la historia de la prensa española, habitualmente para afilar la pluma sin perder el ingenio, que no se compadece con el escrito "Pueyo o el obispo Trampantojo, a un nuevo destino", ejemplo de zafiedad y sectarismo. Que no haya rastro de la identidad facilita mucho la acidez sin responsabilidad, es lo que habitualmente se llama cobardía del anonimato. De estar en lo incierto, ruego a Aurora que se ponga en contacto conmigo: contacto@eldiariodehuesca.com

Zafiedad y mala intención,  ya empieza con una alusión amparada en la nada, como sería el mote que titula el artículo. Y, en el segundo párrafo, el "según me comentan" que mi profesor Pérez-Ollo hubiera condenado con la indiferencia del resto de la redacción. Suspenso y se acabó. Sobre esa presunción nuevamente sin caro, apela a una especie de doctor Jekyll y míster Hyde que sería don Ángel, al que atribuye querencia a las "trapacerías, las puñaladas y las vanidades que de cuidar a su grey". Aquí reconozco un mérito a su fuente desconocida: encontrar a alguien en cualquiera de las seis comarcas que lo tenga así conceptuado es un trabajo de campo admirable. Ahora ya sabemos que alguien quiere mal a este cura de pueblo con aroma de rebaño que se autodefine como "ganapán" ante cualquier elogio. Rasgos que caracterizan habitualmente a los vanidosos (entiéndase la ironía modo on). 

En clara confusión entre tocino y velocidad, la articulista (o el, o lo) de Infovaticana recrimina las alabanzas en la homilía de la Jornada de la Familia en Torreciudad, y se adentra en falsedades y amenazas en torno al litigio que mantienen Obispado y Opus Dei y que no precisa de diplomáticos como la Buendía. Constatación de que no tiene ni puñetera idea de cómo es Pérez Pueyo.

Tras emitir juicios de valor, uno tras otro, que no se compadecen con ninguna virtud cristiano, encadena epítetos (otro muy deficiente, Julio Torres, ayudante de Pérez-Ollo) sin sustancia como la consideración de heréticos de los medios de comunicación que "hacemos caso" al prelado en nuestros espacios, porque esto va de periodismo.

Y termina arrogándose altivamente la representación del Somontano con un "no se merece esto" digno de las prácticas más populistas de la política. Habida cuenta de que habla de oídas, le dirá alguien que conoce bien al obispo Ángel que asumiría cualquier destino que le reclamara el Vaticano, sean cargos alejados de la vida pública y los focos mediáticos como expone el "ingenioso" artículo e incluso esa coordinación de "cofradías en zonas rurales", y es que el prelado sabe de ruralidad mucho más de lo que nunca aspirarán las gargantas profundas de las que se alimenta.

Después de esta ristra de insensateces, seguramente crecida la Aurora o el auroro por loas de adláteres que adulan sin criterio, este domingo ha escrito la secuela de la precuela. Y, más allá de enzarzarse nuevamente en acusaciones con escasa base, la "guinda de esta tragicomedia" es la tribuna de Ángel Morán Viscasillas (Viscasillas, no Vizcasillas, Buendía) publicado por El Diario de Huesca (el nombre incluye el artículo y por tanto es con mayúscula, Buendía) que supuestamente habría sido inducido por el obispo que escribiera la tal pieza, por cierto de una calidad infinitamente superior a la que nos ocupa -demasiado ya-. Efectivamente, Ángel Morán no fue invitado por el obispo, partió de su propia iniciativa, y es un extraordinario conversador y un hombre que en su vida ha sabido ir a contracorriente de todos los dogmatismos.

Voy a dar a la confundida Aurora -al menos en cuanto a la dimensión del obispo en esta provincia- un argumento para que me premie con una segunda secuela "trampantojera": sí, estoy de acuerdo con que hay que trasladar a don Ángel Pérez Pueyo. Si de mí dependiera -que gracias a Dios no es así- automáticamente le atribuiría la triple diócesis de Huesca, Jaca y Barbastro-Monzón, porque no sólo en el Somontano y sus otras cinco comarcas es querido, sino también en toda la provincia. Y es que tiene más "mili" de pastor de su pueblo cristiano que todos los burócratas que iluminan las insidias que ha vertido y que apenas merecen más allá de la papelera de reciclaje. Ya ves, Aurora, aquí lo echamos de menos tanto como tú lo echas de más.

Y aplico este destino convencido de que lo peor de la desinformación, como ayer escuchaba a Eduardo Ruano, es que cuesta excesivo tiempo desmontarla y rebatirla con información. Tiempo, seguramente, perdido para el interlocutor. Testimonio, sin embargo, del afecto sincero que tengo a don Ángel, compartido por muchos miles de barbastrenses, montisonenses y gentes de toda esta humilde provincia que sabe apreciar la humildad y la verdad.