El re-nacimiento del Peñas

Hay ideas, hay humildad para reconocer los errores y hay cuatro mil gargantas

07 de Abril de 2024
Rubin de Celis y Eric Guardamino atentos al partido de La Roda. El re-nacimiento del Peñas.

Una de las ventajas de la edad consiste en la acumulación en el baúl de los recuerdos de aquellos episodios que consideramos ora épicos, ora líricos, ora hazañas, ora instantes para una intimidad emocional. Con el paso de las décadas, las epopeyas se transforman en patrimonio propio y personal, en una simbiosis virtuosa.

Por eso este sábado viví con estas sensaciones paradójicas el Peñas-Zornotza de esa categoría llamada LEB Plata que debiera servir para promocionar jóvenes valores para el baloncesto español y no para configurar auténticas naciones unidas que serían buenas por la diversidad si no fuera porque lo único que se persigue son oropeles de escasa rentabilidad. Pero al grano. En el espacio que siempre fue para prensa me acordaba de aquel abrazo con el sudoroso Augusto Guardiola, o con el "paragüero" Ángel, o con Ramón Justes. Y me remontaba más atrás hasta aquel 23 de abril de 1986 con Wallace Bryant, Pagés y el gran héroe, Larry Gibson.

A fuerza de ser sinceros, no soy nostálgico y prefiero concentrarme en el presente, ajeno a penurias, desastres e incluso euforias. Y, centrado en este 6 de abril, uno de los días más importantes de la reciente historia del Peñas, vi una imperfección hermosa. No, ni siquiera la celebración fue al uso. Como si fuera un equipo nuevo -quizás al ser tan imberbes sea una de sus limitaciones-, la verdad es que ni supieron celebrar. E, insisto, esto me parece bonito.

A pie de pista mientras se amasaba la buena nueva (en aquellos tiempos eran las radios las que informaban, hoy nada más lejos de la realidad, a golpe de móvil e imágenes), apreciaba los perfiles de la plantilla. Un Rubin de Celis híper involucrado, implicadísimo, con los nervios a flor de piel con mi admirado Eric Guardamino, un Gonzalo Bastante relaciones públicas, un José Malo animando a todos, Stümer exultante como si ya diera por hecho todo, un Nogués entremezclado con los niños,... Aquello no era una torre de Babel, pero sí un grupo afortunadamente diverso. Y luego me atreví a penetrar en el vestuario donde Martín Iglesias reivindicaba fiesta y Karaninas convertía la palmada mano con mano en el lenguaje universal. Y Scariolo, solícito con todos y ante todos, en confesionario en el vestuario de Rafa Sanz, que seguramente se comió una década de vida... que ha recuperado ya.

Esa impresión novedosa que ahuyentó los fantasmas del funeral me hizo pensar que, por qué no, tras el purgatorio de los primeros nueve meses de proyecto, quizás estamos ante el re-nacimiento del Peñas glorioso. Hay ideas, hay humildad para reconocer los errores y hay cuatro mil gargantas que, aunque fueran en buen número gratuitas, están concitadas al abono porque a emoción ningún deporte gana al baloncesto. Y así, con todo, es como si hubiéramos alzado un trofeo. Que, para el ánimo, lo es. Y, con él, Huesca se consolida como capital del deporte. Amén.