Renfe y Huesca, la entropía del sistema ferroviario y la metáfora de los 222 minutos

El sistema ferroviario de España, más allá de declaraciones voluntaristas, es hoy entrópico, caótico, porque las inversiones en modernización son escasas

28 de Diciembre de 2024
El PP reclama que se recupere el servicio de AVE entre Huesca y Madrid todos los fines de semana.

Uno se imagina al ministro de Transportes, en su prodigalidad verbal, despachándose una visita, pongamos, de presidente de Diputación y de alcaldesa de pequeña ciudad de provincias. Desperezándose, entre interrogativo y exclamativo, la expresión predilecta del desapego: ¿¡P'a qué!? Le paso el muerto al presidente de Renfe, Raül Blanco, así, con diéresis en la U, un todoterreno que ha recorrido ya instancias distintas gubernamentales porque el chico vale lo mismo para un roto que para un descosido, y además vino al mundo para blanquear la chapuza de los túneles achicados de Cantabria de su predecesor, Isaías Táboas, lo que viene a ser denominado un chivo expiatorio. Supongo a Blanco esquivando el encargo: tengo a otro Blanco propiciatorio, José Luis, director de Relaciones Institucionales de la compañía, muy agradable, además de Azuqueca de Henares, que viste mucho. Y, entre Blanco y Blanco, recibe a los mandatarios de Huesca, que es humilde pero también tiene mandatarios.

No digo que esta fuera la secuencia, pero permítanme aventurarla con una altísima dosis de verosimilitud. Me consta la intención oscense de reunirse con el ministro y con el presidente de Renfe. Y es probable que acabe siendo realidad.

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Entrevistarte con el simpático de una compañía, esto es, el Relaciones Institucionales, es lo que tiene. Ni una mala palabra -en su nómina está la sonrisa- ni una sola acción, básicamente porque su competencia es pasarlo a los intermedios o directamente al presidente de Renfe, que, emulando al ministro, que para eso es un inspirador, replica: ¿¡P'a qué!? Para que luego digan que no hay coherencia y coordinación. Puente-Blanco, Blanco-Puente en la misma sintonía.

El Blanco José Luis apunta, asiente, reitera sin cesar "ahahah" porque para eso ha estudiado Programación Neurolingüística (y porque le va en el grueso salario), y sentencia con una ración de "esperancina" a sus interlocutores: "Se hará lo que se pueda, vamos a intentarlo". Así sucede con decenas de presidentes de diputaciones, consejeros y alcaldes. Y la expresión universal, propia de serie televisiva, es asertiva: ¡Qué majo!

Después de eso, el nada venerable pero muy viejo AVE 02861 pide la eutanasia, hace diez días. Llega en modo "coach" otro, el 3872, que le arrastra hasta los talleres, no sin antes protagonizar otra demora de cincuenta minutos en el ensamblaje con viajeros dentro. Debimos ser muchos los que, en nuestra buena intención, creímos que lo trasladaban para la extremaunción. Cuando Rafa, un amigo, me adelantó este viernes el aviso de Renfe que terminó en 222 minutos de retraso y aprecié que era el 02861, entendí que Renfe no piensa renovar el convoy como le solicitó la alcaldesa, ni tampoco reforzar todo el año la única frecuencia doble de ida y venida hasta Sevilla. Tampoco, para la zona central y oriental, está en sus previsiones acelerar la recuperación del Binéfar-Lérida como demandó el presidente de la Diputación. Ni esa propuesta audaz, porque está impregnada de sentido común, de Raúl Rivarés y su Monegros No Pierdas Tu Tren de un mínimo ajuste para que el Regional se extienda hasta Barcelona. El 02861, que aún no tiene su epitafio pese a sus muchas décadas de servicio, es una metáfora con sus 222 minutazos de retardo.

Soy francamente pesimista, al menos en cuanto a una resolución próxima. Y lo soy porque para Renfe, y para el Ministerio de Transportes, Huesca no existe previsión al menos en la dimensión de considerar que una pequeña inversión merece la pena. Se vanagloria de los AVLO de bajo coste porque suman las masas poblacionales más grandes de España, pero desprecia a la vaciada. En otra esfera semántica, digamos que mide la necesidad de inversiones por rentabilidad de votos. Y así lo tenemos mal.

Los retrasos del AVE entre Huesca, Madrid y Sevilla son anacrónicos en el mundo tecnológico de hoy e insultantes para una ciudadanía madura. Fallan Renfe y Adif. Los cacharros y la infraestructura. Y, de esta manera, da igual que sea porque el trasto dice "hasta aquí", porque la señalización se ha estropeado en Tardienta o Almudévar o porque una avería entre Calatayud y Guadalajara sume a un tren abarrotado en la desesperación de 3 horas y 42 minutos (que suman los 222 aludidos). Y también que sea alta velocidad o Regional, porque en Grañén o en Monzón también conocen enormes demoras (hasta de más de cuatro horas), y sus estudiantes llegan tarde a los exámenes o a las clases.

El sistema ferroviario de España, más allá de declaraciones voluntaristas, es hoy entrópico, caótico, porque las inversiones en modernización son escasas y mal direccionadas. Es un problema "glocal", global y local. Porque los máximos responsables saben de ferrocarril aproximadamente como este escribano, con la diferencia de que uno es observador y ellos no quieren observar. Así que hay que insistir y picar piedra, porque lo importante es poner blanco sobre negro y no Blanco tras Blanco. Aquí no funcionan los códigos Puente.