Hace unos meses, el obispo de Teruel y Albarracín, José Antonio Satué, publicó en la web de su diócesis un artículo titulado "No utilizar el nombre de católico en vano". El prelado de Sesa respondía a las preguntas que algunos feligreses -entre los que me incluyo en alguna ocasión- sobre la fiabilidad de determinados portales web o redes sociales que se presentan como "católicas". Como en la viña del Señor, hay de todo, desde las fieles al Evangelio hasta las farisaicas, pasando por las abiertamente falsarias. Por este orden, las que buscan la verdad, las especializadas en medias verdades y las directamente mentirosas, entre las que sólo hay grados de virulencia verbal en los matices.
En la línea editorial de algunas de ellas, se alojan bajo seudónimos intereses espurios, personajes obsesivamente insultantes y maniáticos de psicólogo. A los jerarcas de Barbastro-Monzón y de Teruel-Albarracín, les profesa una de las más conocidas pretendidamente católicas un odio colérico, tanto el titular de su administración como algunos de sus colaboradores, en todos los casos bajo el manto del seudónimo. Este jueves, sin ir más lejos, "La Cigüeña de la Torre", Francisco José Fernández de la Cigoña dicta el DNI, vertía un artículo preñado de horrores periodísticos desde el titular "Los rumores colocan al obispo de Barbastro en Ciudad Real". Recuerdo al recientemente fallecido Esteban López-Escobar en su clase de Teoría General de la Información desechar tajantemente la expresión de que el rumor es la antesala de la notilcia. No, el rumor es rumor, y para ser noticia ha de estar rotundamente confirmada.
A partir del titular, nada podía ir sino a peor. Confundido, se supone, por algún patán al que el obispo Ángel no habrá dejado mangonear a su antojo, se suelta una serie de barbaridades de lenguaje hosco y cristianismo nulo. Me permití, por aquello del espíritu juguetón, participar en los comentarios: "Don Ángel es el mejor obispo de la historia de Barbastro... y mira que los ha habido grandes... Todo bondad. Aquí le adoramos frente a infundios y falsedades. Así que menos lobos...".
Dudé de que la moderación permitiera su publicación definitiva. Me había equivocado: "Javier: es usted muy dueño de adorar a guien le dé la gana. Por mequetrefe que sea. Adoración que solo le compromete a usted. Aunque no deje de dar pistas sobre sus capacidades. Y si desde el Vaticano le estuvieran buscando una diócesis, es que tampoco allí comparten sus adoraciones".
La tosquedad de la respuesta -zasca le dirían algunos al que he recibido en todos los morros- exigía una réplica desde mi perfectible pluma: "Buenos días, lo de las capacidades limitadas lo asumo. Quizás es que usted, que por cierto se esconde bajo un seudónimo, tenga la súper capacidad de la soberbia para juzgar sin conocer. Dentro de mi finitud, tengo respecto a usted la ventaja de la proximidad y he compartido momentos con una feligresía multitudinaria como para asegurar, con absoluta certeza, que usted está equivocado y que sus fuentes son interesadas y maledicentes. Dentro de esta humildad intelectual que me acompaña, quizás también me alcanza para discernir que, si es llamado a una diócesis mayor, el traslado puede ser ascendente y no descendente como usted pretende Y, ya puestos, he de reconocer que en este universo del siglo XXI hostil y convulso, me gustaría como católico que un lugar web como este nombre tuviera más morigeración y menos agresividad. Estamos en Semana Santa, un poquito de por favor... Y es que yo adoro, en sentido estricto, la convivencia, la tolerancia y la paz. Muchas gracias".
Las cigüeñas, acostumbradas a la laboriosidad modesta de construir nidos rama a rama para su descendencia, difícilmente se pueden identificar con el crotoreo altivo del señor Fernández de la Cigoña, que obviamente ha inadmitido el comentario, exactamente igual que horas más tardes cuando he respondido a otra pieza que no puede definirse como noticia, plagada por cierto de errores lingüísticos que harían suponer una iracundia incompatible con la mesura. Se titulaba la secuela de una anterior "Más sobre el rejón de Benigno Blanco a Satué", y mi comentario rezaba tal que así: "Conozco personalmente también -digo por lo del admirado Ángel Pérez Pueyo- a José Antonio Satué. Es sorprendente cómo se puede descalificar tan groseramente -ya sin entrar en la mediocre ortografía- a alguien sin conocerlo, convirtiendo el rumor en noticia -supongo que la Cigüeña de la Torre habrá estudiado Periodismo aunque no se aprecie rastro de tal formación- y lanzando espumarajos en cada vocablo. Pincha en hueso. Si tuviera dignidad como la tienen las cigüeñas, desvelaría su identidad, aunque creo que todos la sospechamos-sabemos". Sobre éste, también ha habido censura.
No es preciso, en estos predios de Barbastro-Monzón (y de Teruel-Albarracín, explicar a nadie los méritos de un pastor que cuida amantísimamente a su rebaño, y lo hace con el conocimiento de que está integrado por personas diversas a las que congrega en el redil con palabras de fe, de esperanza y de caridad. Esta semana, estamos particularmente orgullosos de que Ángel Pérez Pueyo haya recogido el fruto de su trabajo inmenso por la dignidad de su pueblo con la ratificación judicial de los 111 bienes de las parroquias devueltos, a regañadientes, por Lérida. Aplicó en el proceso de la judicatura firmeza y en el lenguaje exactitud como nunca lo hizo ningún prelado, uniendo en una sola voluntad la universalidad de la Iglesia y la justicia de los pueblos de los que partieron con artimañas de sus raíces.
La insistencia cigoñil en asociar todos los infundios al conflicto con la Prelatura no hace sino agrandar, a los ojos de este escribano de obvia limitación en su capacidad, la figura de un prelado capaz de renunciar al cálculo interesado en su carrera jerárquica por la dignidad de su Diócesis y la suya personal, que a los ojos del Dios que yo concibo, desde luego, es un valor y una virtud. España no anda en los últimos tiempos sobrado de quijotes, y aquel que está dispuesto a ser apaleado por abyectos voceros de la ira.