Salas: no hacen falta 22 milagros, sino una voluntad común

05 de Mayo de 2024
José María Cabrero, consiliario de Salas

Uno acude en romería al Santuario de Nuestra Señora de Salas y de la Huerta con la satisfacción de encontrarse caras de alegría, sonrisas francas, religiosidad profunda, espiritualidad invasora, la cultura del folclore y, sobre todo, orgullo por la identidad. Aun con el sofoco del sábado negro en El Alcoraz, quienes nos vemos en la explanada disfrutamos de la sensación de que es una oportunidad única -aunque se celebre dos veces al año- de reafirmar nuestras raíces. Después de más de treinta años de cofrade, con toda mi familia con su nombre en los recibos, estimo este arraigo sin necesidad de que mi partida de nacimiento refleje la ciudad a la que hace muchas décadas aprendí a amar. Ya soy, como ha acuñado Mariano Claver esta mañana en la entrevista-diálogo que hemos tenido, savia vieja.

Sostengo desde hace muchísimos años que una ruta de las ermitas de la ciudad es una buena propuesta turística porque los senderos y las vistas son estupendas. Pero, sobre todo, lo son los santuarios y, fundamentalmente, dos de ellos. Salas y Loreto, o Loreto y Salas, que tanto monta, monta tanto. Es curioso, ambos están realmente necesitados de conservación. Los dos monumentos no necesitan dignidad, porque la tienen toda (incluso real), pero la ciudad y Aragón han de demostrar la integridad de su conciencia del patrimonio con actuaciones decididas.

Escuchar a Mariano Claver explicar las necesidades sobrecoge, y sobre todo acompañarle a comprobar los desperfectos. Los entusiastas voluntarios que dirigen la Cofradía son un perfecto ejército reivindicativo. Loren reclama atención al enorme desconchón en el crucero por las humedades, justo frente a otro incipiente. El tejado está hecho un cristo que no hay Cristo que garantice su estabilidad. La pared Este, una pena. El porche, que yo sueño para presentaciones de libros y recitales en primavera, verano y otoño, inutilizable. Los católicos, quizás por la resignación que nos ha sido inculcada, miramos con ojos esperanzados pese al rosario de pesadillas que aquejan al hermoso aunque vetusto santuario.

Presumimos, porque así lo recogen las Cántigas de Alfonso X El Sabio, de que aquí se han procurado milagros sobrenaturales, muchos aplicados sobre madres y sobre niños, otros sobre saeteros, sobre mercaderes o sobre caballeros. Por eso ha sido escenario de estancias de reyes, más allá de Doña Sancha, lugar de culto para Jaime el Conquistador y Violante de Hungría, que lo adoraba. Hasta 22 hechos prodigiosos se contabilizan en la creación literaria del Sabio.

Porque los grandes son aquellos que aparecen sin llamarlos cuando los necesitas, algo que distingue a los imprescindibles de los bien intencionados, ha venido a caer en este 5 de mayo de 2024 el gran restaurador de tanto y tanto patrimonio en el Somontano y el Sobrarbe, el cura José María Cabrero, al que Mariano Claver -y yo- le tiene fe porque a él por sus obras le conocemos.

Y, sin embargo, la recuperación del Santuario de Nuestra Señora de Salas y de la Huerta requiere de una voluntad coral de instituciones y sociedad. De esa consecución de fondos a través de herramientas del Gobierno de Aragón (con la interlocución del Ayuntamiento) y de los avances virtuosos del Camino de Santiago y de la Ruta del Santo Grial, dependerá la restauración completa de este patrimonio que será la prueba del algodón de nuestra identidad y de nuestro carácter, ese que las buenas lenguas definen como tenaz e invencible.

Y ahí se me ocurre que no estaría de más que las organizaciones empresariales tomaran el testigo -y también otras del tejido asociativo- para impulsar una gran campaña para que la responsabilidad social no sea un lacónico y estéril documento de buenas intenciones, de mucha prédica y poca práctica. Y lo mismo digo de esas empresas que se presentan pomposamente como grandes adalides de la tal RSA, con una extraordinaria ocasión de no dejarla en papel mojado. Todos, en conjunto, a la retratería. O al palacio, a interpretar una sinfonía de voluntades.