Aún se suben poco

06 de Octubre de 2022
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En tiempos de corrupción rampante, nuestro gerente Luis soltaba una de sus sentencias inapelables: "Aún roban poco, para lo que nos merecemos yo diría que nada". Aludía así, con esa rotundidad, a la despreocupación de los españoles ante las tropelías y acechanzas de los amigos de lo público, que en el fondo no son los de lo ajeno, sino lo de lo ajeno y lo propio. Lo propio para mí y lo ajeno, ¡qué córcholis!, para mí también.

Hoy hemos conocido que el Gobierno se ha auto adjudicado para sus ministros una subida salarial del 4 %, que más o menos será la que tengan todos los españoles incluidas las de la prensa famélica cual Rocinante. Todo necesita una explicación y, a partir de ahí, la respuesta es libérrima. Aducen algunos conmilitones que, si los funcionarios se llevan un 3,5, qué menos que medio puntito más para las cañas del Congreso, que al parecer van caras. En cierta ocasión, ya con el euro en circulación, acudí a la casa de los diputados y pagué tres cañas grandes y dos "nesteas". Nos pusieron dos tapas por cabeza, no sé si por la influencia de mi amigo Chimi, entones a las órdenes de Rubalcaba. Aproveché un momento en el que le llamaron por un busca para pagar. Me soplaron 5,41 euros. Cinco bebidas grandes+ 10 tapas, 5,41 euros. Estoy seguro de que, con la inflación, el bar de la Cámara Baja habrá tenido el mismo repunte que mi amigo Raúl, al que repentinamente le han espetado que tiene que pagar doce mil euros del ala por la luz. Así, sin vaselina, a palo seco, como una grappa de 70 grados.

Sinceramente, si somos analíticos, nos daremos cuenta de que Luis tenía razón. Aún se han incrementado poco el sueldo. Han sido tan buenos gestores que, a golpe de impuestos al gas, a la luz, a los ricos y quizás también a algún pobre, están embolsando a las arcas del Estado miles y miles y miles y miles de millones de euros procedentes de las tasas que agujerean nuestros bolsillos (marea traspasarlos a pesetas) mientras sueltan unas propinillas a los jóvenes, a los jubilados y a la factoría de parados mayores de 45 años, y de cuando en cuando unas partiditas milmillonarias a los catalanes y los vascos para que callen, mientras se conforman con costear un bozal para García Page o para Lambán. Como las cuentas del país están tan saneadas y la deuda es apenas una fruslería (es una tontería lo de hipotecar a siete u ocho generaciones), vamos a gastar como si no hubiera un mañana. Como le decía mi tío Salvador a mi primo José Luis, adelante con nuestros vicios hasta que sucumban nuestras familias.

Nos esperan unos meses horribles a los periodistas y a los observadores. Abruma la cantidad propagandística de los partidos, y eso viene bien para que, los unos acá, los otros acullá, no haya tiempo para el análisis. Y, de esta forma, en medio de estadísticas vulnerables, todos los atropellos serán una broma. En algún momento, eso sí, despertaremos de la pesadilla. Si Putin nos lo permite. Esto sí que lo soltó Churchill, el político se convierte en estadista cuando empieza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. Se buscan estadistas.

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