El sentido dual de la humanidad

Del dron como herramienta y como arma hasta la Inteligencia Artificial que ha de orientarse para efectos positivos

15 de Abril de 2024
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Inteligencia Artificial versión carnaval. El sentido dual de la humanidad
Inteligencia Artificial versión carnaval. El sentido dual de la humanidad

En la reflexión matinal, en estas horas en las que aún estamos a tiempo de decidir cuál va a ser nuestra actitud ante el día, conscientes de que se cruzarán peripecias que exigirán nuestra reacción para no variar el rumbo, me asalta la imagen del dron destruido cuando se dirigía a un destino que le habían marcado aviesos gobernantes iraníes.

Es curioso. Este vehículo no tripulado, cuyo nombre obedece al zumbido del zángano de las poblaciones de abejas, me ha propiciado importantes alegrías plásticas en forma de fotografías o videos ofrecidas por mi amigo Ignacio Almudévar. Me ha admirado en sus orígenes cuando los exponía otro que tal, Conrado Chavanel. Me ha aportado una panorámica espectacular de los tractores en la explanada del Palacio de Congresos. Y, sobre todo, nos ha demostrado que es un instrumento magnífico para controlar y mejorar los cultivos. Paisaje, paisanaje y prosperidad.

El ser humano, en su racionalidad y libre albedrío, es la única variedad sobre el Planeta Tierra capaz de convertir una herramienta para edificar en un arma para destruir. Viene de lejos. Caín utilizó para el fratricidio bíblico más prominente una quijada de asno que, a fecha de hoy, es capaz de emitir sonidos étnicos aplaudidos por auditorios entusiasmados. La agricultura y la guerra fueron dos caras que se complementaban. La energía nuclear sirvió para, paradojas de la historia, cerrar un conflicto bélico a costa de miles de existencias y de engendrar un nuevo miedo escénico sobre el planeta, pretexto ideologizado para inutilizar una fuente de prosperidad cuando más se la necesita.

Ahora, los drones que tantos servicios hacen para favorecer la alimentación humana son portadores de muerte, de terror y de devastación, tristemente con un desarrollo ingenieril superior a su utilización para la vida civil.

En sentido similar, las tecnologías concebidas para mejorar la vida de las personas y potenciar sus facultades se erigen en un peligro porque, al final, es el ser humano el que las orienta hacia su finalidad. Mientras facilitan los métodos diagnósticos para la salud, toman la vuelta para erigirse en bomba de neutrones delictiva con pederastias, prostituciones, racismos, odios, acosos, abusos, agresiones, depresiones o ciberestafas, por explicitar sólo algunas derivadas horribles.

Da miedo la Inteligencia Artificial. Como la sacralización buenista de la emocional que, como sostiene José Antonio Marina, ha de estar imprescindiblemente complementada por la ética para eludir consecuencias indeseadas. Acríticamente, nos hallamos en la etapa fascinación en la que todo lo que viene sellado con las letras mágicas, IA, pasa al escaparate de nuestro asombro sin pensar en la responsabilidad que acompaña toda libertad.

No somos capaces de entender que, en este doble filo de la navaja de la humanidad para que ejerza el humanismo, precisamos de la reflexión y de todas las cualidades intelectivas de las personas para evitar que nuestro cerebro, el órgano más íntimo del homo sapiens, sea invadido con efectos insospechados. Sólo cabe desear que nuestra consciencia nos guíe hasta el escenario apropiado para una fructífera prelación que predica el neurocirujano Rafael Yuste: "La humanidad se subirá a la chepa de la Inteligencia Artificial". O, en versión Bernardo de Chartres, no nos apeemos de los hombros de gigantes sobre los que el hombre ha de cabalgar para tener la mejor vista de la dimensión del mundo.

P.D.: Este "... como puños" es fruto de un ChatGPT entrenado naturalmente durante casi cuatro décadas de experiencia, que es un grado.

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