Teruel existe, ¿y Huesca?

13 de Octubre de 2022

Benjamin Franklin atribuía la máxima dificultad en la vida a una trinidad: guardar un secreto, perdonar un agravio y aprovechar el tiempo. Tengo para mí que los oscenses somos muy equilibristas, porque nos movemos bien en la complejidad. Quizás, precisamente, por no complicarnos (permítanme el juego). Porque, cuando llegamos a un puente de cierta debilidad y hay que atravesarlo para encontrar la virtud, preferimos sentarnos a ver si el vaivén la balancea hasta entregárnosla en nuestros brazos. Por eso guardamos el secreto, no vaya a ser que desvelarlo nos traiga problemas, indudablemente porque hay quien quiere que no hablemos para no causárselos a él con nuestra libertad. Y aprovechamos el tiempo porque le dotamos de un perfil tan bajo de expectativa que no precisamos rebosarlo.

Cuando, allá por el año 1986 en cuyo 1 de enero entró como eurodiputado mi querido Mateo Sierra en la primera delegación española, las regiones empezaron a frotarse las manos ante la avenida de los fondos europeos, Teruel entró en el Objetivo 1 y algunas zonas de Aragón en el 5b. Todo obedecía a criterios absolutamente objetivos. Otra cuestión es que los criterios objetivos hubieran de ser reducidos a circunscripciones regionales y provinciales. Los baremos sirven para cometer grandes injusticias. Por poner un ejemplo, a la provincia de Huesca se le presumía una riqueza que no tenía la comunidad valenciana ('¡cáscatela, María Manuela!') En aquellos tiempos, coincidían el socialista Carlos García Martínez y el popular Ricardo Oliván en que no había demasiada justicia en ese reparto, aunque Carlos estaba obligado por aquello del soto vocce disciplinario a la discreción.

Hoy como entonces, la disparidad en el reparto de fondos europeos y nacionales presupone a la provincia de Huesca una homogeneidad irreal. Claro que tenemos comarcas prósperas. De hecho, yo considero que hay dos provincias: Cinca Medio, Litera y Bajo Cinca, por un lado; y las demás. Aquel tridente es pujante, dinámico, emprendedor, tremendamente productivo. El resto está sometido por el imperio anodino de los servicios, en unos casos beneficiado por la fuerte red de la función pública (Huesca), en otros por el turismo (el Pirineo), en otros por el vino más el turismo y el comercio (el Somontano), en otro con un desierto que es oro y parece moro.

La provincia de Huesca tiene, afortunadamente, algunos puntos de densidad empresarial variables pero virtuosos. O virtuosos pero varaiables. No, no ha sido excesivamente agraciada con el favor o la justicia (cada uno que lo interprete) de las consignaciones presupuestarias, o de los acompañamientos institucionales. Hasta las autovías se han convertido en un terrible dolor de cabeza, no digamos el tramo Huesca-Siétamo que puede convertirse en un récord insuperable. En mucho menos tiempo que estos diez kilómetros, Navarra hizo hace ya años la autovía del Camino de Santiago (74 kilómetros).

No se trata de confrontar, porque yo creo que los de Huesca tenemos una simpatía muy especial y entrañable a nuestros hermanos turolenses. De hecho, unos y otros padecemos la macrocefalia que convierte a la nuestra en una de las comunidades más centralistas de España, si no la que más. Masa de votos, se llama la razón. Pero, a fecha de hoy, más allá de Supermercados Altoaragón con su distribución por toda la provincia, la capital no cuenta con ninguna empresa privada que se acerque siquiera a los doscientos empleados (ni de muy lejos). Y hasta aquí, como toda providencia, nos ha llegado una instalación de Amazon que ha consumido la mitad de la plataforma logística.

Concebir por parte del Gobierno de Aragón, de Castilla-La Mancha y Castilla-León que Teruel, Cuenca y Soria requieren un tratamiento especialísimo, y así se lo hacen saber al Gobierno central que traga acríticamente, es desconocer absolutamente las muchas necesidades que Huesca y su Hoya, Somontano y su Barbastro, Monegros y su Sariñena, Ribagorza y sus capitales, Sobrarbe y las suyas, y algunos otros escenarios pirenaicos (Sabiñánigo es un islote industrial y Jacetania un monocultivo prácticamente del turismo y servicios). Y, de paso, condenarles porque hoy los territorios compiten y, cuando tú estás quieto, otro avanza y la distancia se acrecienta. Pero, claro, esto son chaladuras del victimismo oscense... ¡Y una mierda!