No resulta muy imaginable con estos calores que reducen incluso la capacidad de abstracción, pero una suerte de justicia poética se ha cernido sobre la plaza López Allué esta mañana. Si Johann Wolfgang von Goethe escribiera ahora, podría aplicar su feliz expresión a Toño y Macu, los artífices del renovado concepto de comercio de proximidad con su El Encanto del Barrio. Decía el romántico alemán que, "cuando he estado trabajando todo el día, un buen atardecer sale al encuentro".
Macu y Toño, una suerte de tanto monta en versión moderna, son este 11 de agosto el espíritu de Huesca. Lo han sido siempre, pero en esta tórrida jornada han sido colocados, pese a su sempiterna humildad, en el centro del mundo mundial de la fiesta oscense. En realidad, han acreditado méritos sobradísimos para ocupar el cetro de la plaza mayor porque una de las responsabilidades sociales de un buen empresario y de un probo comerciante es mostrar el camino a los demás. Ser ejemplo. Enseñar los pasos que, sin pretenderlo, demuestran magisterio a través de la experiencia, de la universidad de una singladura modélica.
Sí, Toño y Macu son modelos. Quienes hemos tenido la fortuna de conocerlos podemos explicar esa levedad en la reacción al tributo que la ciudad y su comercio les han rendido: "Lo único que hemos hecho ha sido trabajar, con toda nuestra dedicación y cariño".
Lo único. En este país en el que tanto se vitupera el esfuerzo. En el que la formación y la información inducen al pelotazo, al me gusta y a la inconsistencia intelectual. Lo único. Como quien escucha el silencio en la naturaleza. Igual que el que transita día tras día por la misma senda hasta perder el sentido de Heráclito cuando proclamó que ningún ser humano puede atravesar el mismo río dos veces, porque ni el río ni el hombre serán los mismos. Han asimilado estos dos maravillosos oscenses de tal manera el valor supremo del trabajo que lo han naturalizado hasta convertirlo en una obra de arte. La magna manifestación del servicio. Como San Lorenzo en su diaconado. Como todos los tenderos que en esta tierra han vendido los frutos de los sudores de los hortelanos. Como ellos mismos en cualquier situación, ora como empleados de Vegé o de Jayfe. Hasta que...
Cuando emprendieron El Encanto del Barrio, la fluidez les permitió interiorizar su extraordinaria capacidad de mejorar día a día para mirar al cliente a la cara con la mayor paz. Sostenía Truman Capote que todas las personas tienen la disposición de trabajar creativamente, lo que sucede es que la mayoría jamás lo nota.
Macu y Toño son orfebres del arte sublime de la amabilidad. La han cultivado tanto, que sus palabras son terciopelo en el que la fortaleza de la pasión se atempera por la suavidad de la expresión afable. Ellos, que apenas han hecho nada más que trabajar. Y nada menos. Gratitud eterna en la hora del júbilo, porque su monumento al comercio resulta tan imbatible que difícilmente podrá ser imitado.