En su interesantísimo artículo en El Confidencial "Begoña, Ayuso y la prensa perra", Javier Caraballo expresa la vergüenza ajena que dan los medios de comunicación que se suma a un fenónemo horrendo ("idiotez" aduce el autor) como es el "corporativismo de los periodistas" bajo el viejo aforismo de "perro no come carne de perro", de modo que según la bandería lo que en unos se denigra en otros se admite.
La defensa deontológica de hace apenas cuatro décadas está hoy tan en desuso que el relativismo infecto incurre en la desvalorización de la verdad, de la memoria y de la rectitud. En este pestilente panorama, quienes hoy se escandalizan por las presuntas amenazas a periodistas por políticos obvian deliberadamente las que han sufrido en sus carnes o las que han contemplado, como cómplices de la impunidad, en otros compañeros.
Hoy, nuestra profesión no es la de las tres P que en mayo de 1984, cuando se puso en marcha la nueva etapa del diario de esta tierra, preconizó Antonio Angulo Araguás (las tres A) en un preclaro editorial en el que reclamaba el periodismo plural, profesional y provincial. Aquella propuesta está en desintegración simple y llanamente porque el mercado, influido por la tormenta perfecta entre la inutilidad de los editores, la explosión tecnológica y la implosión de las estructuras junto a la desidia de una profesión en tontuna dejación del protagonismo que tenía antaño en las direcciones (hoy todo es ingenieril y deshumanizado), ha arrollado la viabilidad de los medios como se concebían antaño.
Ahora, imperan las tres P: Políticos, Presiones y Periodistas (siempre quito del abanico de las P a las prostitutas, bajo la consideración de su sacrificio y honradez supuesta). Pero es absolutamente ventajista que tipos como algunos tertulianos sin más título que el de todólogo se rasguen las vestiduras por la -inapropiada y deleznable si se ha producido- amenaza de MAR a alguien del periódico de Ignacio Escolar (tampoco es un dechado de virtudes el chaval, aunque en El Edén en el Congreso de Periodismo se aplica vitaliciamente bien).
Si tú, querido lector, has leído "El director" de David Jiménez o "Contracorriente" de este que suscribe, recordarás que presiones ha habido siempre aunque crecientemente. Al medio que dirigía este escribano, sin ir más lejos, le retiraron cuatro veces la publicidad institucional palaciega de los Porches por desacuerdos con noticias concretas. De este escribano, pidió la cabeza en bandeja de plata reiteradamente la vicetodo y, junto con el presitodo, incluso pusieron tal condición cuando quisieron que Cocorón (ya saben qué hay en su camino) invirtiera en las ruinas de Pompeya de la ronda de la intermodal. Este escribano hubo de pasar, en la antesala a la dirección, un tercer grado tras el que puede presumir de que tan sólo comprometió profesionalidad, nunca sumisión. Este director recibió llamadas inmundas, amenazantes, de interpuestas que creyeron su perpetuidad eterna y que, plenas de ignorancia, daban lecciones de -mal e interesado- periodismo. Lo que he padecido de manos indecentes no está en los escritos, pero existir, existió.
La motivación profunda está claramente expuesta por Caraballo. La vieja crisis de 2008, que es la realidad plena de hoy, ha dejado los medios de comunicación al albur de las prebendas institucionales y ahí, lo siento, hay algunos que pueden esgrimir menos dignidad que otros. Las tres P, proclamo, se han prostituido. Una Putada.