Uniformes, uniformidad y diversidad

05 de Octubre de 2022
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He nacido entre uniformes. He vivido todos los años de mi vida la celebración del Pilar en cuarteles de la Guardia Civil, en unos casos como residente, en otros como visitante, pero siempre sintiéndome como en casa. He disfrutado de no pocas ediciones de los Ángeles Custodios. Todo es nada en la enormidad de los 178 años de la Benemérita o los 95 años desde que la Policía empezó a celebrar la festividad de sus patronos. La uniformidad fascina. Mi suegra le preguntaba a mi mujer, cuando venía de Toledo en carnes trémulas y huesos rotundos, si no me podía dedicar a la carrera militar. Y en mi familia la cuestión se ha escuchado a distintos miembros. Es lo que tiene el apego a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Pero lo cierto es que mi admiración es tal a la carrera militar que me sucede como con Jesucristo y lo de poner la otra mejilla. A la primera, me podrán dar la bofetada. A la segunda, sólo hay dos opciones: la huída o el cara a cara. Por eso venero tanto al Señor. Por eso me inspiran tanto los uniformados. Porque me aportan serenidad. Y seguridad. Hoy lo hablaba en el aperitivo posterior al acto de imposición de condecoraciones: falta tanta cultura de la seguridad como de la defensa. Primero, porque mantenemos todo el rosario de atavismos y de topicazos, que no deja de ser una forma de empobrecimiento intelectual autoinducido. O un supremacismo. Cualquiera de los uniformados nos puede dar a todos nosotros lecciones de ética, de inglés, de francés, de matemáticas, de Derecho, de filosofía, de literatura, de tecnología, de ingeniería... Y, aun con todo, los bobalicones seremos indefectiblemente unos mentecatos. Y, segundo, porque entre los periodistas hay no pocos que se acercan con la primordial tarea de presentarse a premios. Y, créanme, los mejores galardones son los que no reclaman que merodees por los aledaños de los jurados, en muchos casos buscando la influencia. Un día contaré un caso sangrante.

Hoy se ha producido un hecho singular en ese prodigio que ha sido celebrar los Santos Ángeles Custodios en la plaza de Luis López Allué. Estoy convencido de que hoy hubieran disfrutado de lo lindo el exalcalde y exdirector de EL DIARIO DE HUESCA, y don Federico Balaguer, como lo estaría el papá de María Jesús Sanvicente y de Bibí (y el resto de hermanas, claro). Sin embargo, entre los presentes alguna incomodidad, los sencillos porque el astro castigaba las testas (algunos todavía tenemos jardín capilar como parasol), los envidiosos porque constataban que en sombra estaban las autoridades militares y en sol los políticos, periodistas y otros géneros de figurantes, algunos de ellos humildes, otros aspirantes al aperitivo posterior y a la brevedad del acto. Es lo que tiene el aburrimiento de quien no se sumerge en el espíritu de esas condecoraciones, de ese homenaje a los Caídos, de la soprano Mariángel Leo y el himno de la Policía Nacional. Acuden, simplemente, para que se les vean. Lo que viene a llamarse lisa y llanamente a fardar.

Afortunadamente, el rito, la liturgia, trasciende con mucho a esas minorías quejumbrosas y prescindibles. Vivirlo, cantar el "tú nos dijiste que la muerte", es una oportunidad para quienes amamos la capacidad de sacrificar sus existencias por todos nosotros. La expresión máxima de la generosidad humana. Es curioso. Los aposentados en las sillas no perciben, en esa mínima estadística, la fortuna que tienen -tan inmerecida- mientras tres mujeres de provecta edad se quejan, por su falta de fuerzas, de la imposibilidad de sentarse para seguir el acto con máxima atención. Para ellas es una fiesta. Para otros, una obligación, ¡qué coño, un coñazo! Lo dicen cuando vuelven a sus casas, atiborrados de empanadico de atún, jamón, queso y buenos vinos de Paco. Y, con todo, si ha habido algo que hoy me ha reconfortado es constatar que, en medio de la alegría porque la celebración ha sido realmente fabulosa, la subdelegada del Gobierno, Silvia, tan sólo lamenta que la expectativa ciudadana -a veces el pueblo es muy sabio- ha superado las previsiones de este hito histórico y tiene apuntado como mejora habilitar el año próximo más asientos. Le han dado pena esas mujeres. Y, si no es posible, yo le daré la solución. Uniformados y diversos, pero sin tanta reserva para los que bostezan. El sol es lo que tiene: que sabe a quién ha de dirigir sus rayos.

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