La universidad de la calle

12 de Agosto de 2022
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Escucho a un joven, en plena plaza de San Antonio, aludir a la universidad de la calle. Se utiliza la expresión tan común como inadecuadamente. Somos muy pendulares en nuestro país. Nos entregamos a una "titulitis" hiperbólica impidiendo a nuestros hijos estudiar la pragmática formación profesional y, sin embargo, también devaluamos la enseñanza superior al atribuir a la experiencia la posibilidad de alcanzar el conocimiento supremo. Es cierta la vieja sentencia: lo que la naturaleza no te da, Salamanca no te presta. Pero no cabe la menor duda de que por las aulas de Fray Luis de León o de Unamuno han transitado muchos miles de personas de centenares de generaciones que han adquirido las herramientas para desarrollar su sabiduría. Otra cuestión bien diferente es que, una vez licenciada o licenciado, la dejadez en el cultivo del vergel de nuestros avences acaba atrofiando la capacidad intelectiva. Sí, conozco a algunas y algunos que presumen de no leer libros porque son caros y ocupan mucho lugar. Alcanzan a veces responsabilidades notables y se sientan confortablemente en sillones de despachos que desproveen de todo riesgo de cultura. No vaya a ser que se les pegue algo.

Pero es evidente que, sin siembra y riego, no hay cosecha. Una muestra preclara está en las redes sociales. Los anónimos son un antídoto contra la cultura, contra el conocimiento y contra la ética. Se abalanzan a insultar bajo una cobardía digna de episodios deplorables de la historia de la humanidad. Con poder, serían desastrosos. Incluso los hay que son recriminados en grupos colectivos de aficionados por su empecinamiento en esparcir injurias y mentiras. No, ni han pasado por la universidad ni han observado en la calle, porque llevan gafas negras y oídos sucios. Y ya está, ya me he quedado tranquilo.

 

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