¿Y qué tal un poslaurentis?

18 de Agosto de 2024

La verdad oficial viene a ser siempre tan conservadora y tan ficticia, esto es, tan falta de verdad, que no resiste un pase. O un paseo. Invitaría yo a los pregoneros de la normalidad post día 15 de agosto a recorrer conmigo las calles de la ciudad. Tan cierto es que siempre ha sido así como que la frase "siempre ha sido así" es hoy una de las más denostadas en el pensamiento económico porque esconde una falta de iniciativa aterradora. Sí, hace cuarenta años siempre había sido así. Y hace treinta. Y hace veinte. E incluso en la década pasada. Y, sin embargo, una diferencia azota la posverdad fata: que ahora presumimos, que nos autoproclamamos excelentes, que decimos que somos los mejores y que quien lo ponga en duda en realidad es un cenizo, un reaccionario. Nos falta crítica. Autocrítica. Es el síntoma de la carencia de autoestima... y de ambición.

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Por circunstancias varias, por la propia nueva sociología, Huesca no se vacía de población como antaño en esta segunda quincena. Aunque muchas empresas decidan, más sabe el loco en la casa propia que el cuerdo en la ajena, cerrar las puertas. Incluso restaurantes y bares. Hasta los comercios, con excepción de los cada vez más abundantes franquiciados. Y así, incluso aun llegando un puente y con la excepción de la zona feria, la capital se convierte en un ejército de zombis paseando Coso arriba, Coso abajo, a la espera de que llegue el Elche-Huesca para buscar desesperadamente un samaritano bar abierto y con fútbol. Nos han quitado hasta las olimpiadas ya. Y las persianas abajo (temporalmente, gracias a Dios). Tengo para mí que, diga lo que diga la verdad oficial, no habrá turista -si alguno cae por aquí- que pueda soportar el acecho de la deshidratación mientras busca desesperadamente un lugar en el que abrevar (entiéndase la metáfora, animalicos de Dios).

Por nuestras inercias, aceptamos las herencias acríticamente. Sí, fue un buen invento el Pórtico Laurentino de Luis Acín allá en el arranque de los ochenta. Y en los últimos años se ha tomado el rebautizado prelaurentis como un acto de fe al que entregarse, de tal guisa que llega el día 9 y hemos festejado doscientas veces (y con actos bastante churruteros en líneas generales, con excepciones). Y, sin embargo, a ninguna mente pensante en casa consistorial se le ha ocurrido plantear una humilde programación poslaurentis, cuando no son pocos los oscenses que deambulan en busca de algo que les permita combatir el tedio, la intensificación de la lentitud de una ciudad en sí lenta hasta latir pulsaciones de agonía. No estaría mal una leve partida presupuestaria para los desheredados de las vacaciones que penan el fin de San Lorenzo y la moribunda levedad de la vivencia ciudadana. Quizás trasladar una parte del pre al post sería una buena solución, se descongestionaría el prólogo y se extendería para solaz de propios y turistas el epílogo. Y quien lo hiciera podría presumir de dos virtudes: una la innovación, que mola mucho en los discursos; y, dos, la gratitud de quienes padecemos mortecinamente esta quincena. Digo.

P.D.: De paso, se le daría carta de fe a la verdad oficial y se excitaría la desestacionalización vacacional.