Seguimos padeciendo el mal endémico de la historia española, denominado: división. La fragmentación política pone en riesgo el crecimiento económico. Así lo ha manifestado el FMI, señalando, que la división actual, conduce a la lentitud de nuestra economía. Incertidumbre y desconfianza, generan desconfianza en los agentes económicos, conduciendo a una disminución del consumo, así como de la inversión nacional y del exterior.
También, dificulta las reformas estructurales, junto al debilitamiento de la credibilidad fiscal, llevándonos a la parálisis institucional. La "unidad hace la fuerza", no la tenemos en la actualidad, a pesar de contar con los recursos naturales, culturales, gastronómicos, y de diversas naturalezas, que podrían conducirnos a crecimientos inauditos. Es el "mal nacional", de unas fuerzas políticas, que solo se ocupan de sus asuntos propios.
El poder y el dinero son los obstáculos que la democracia española no ha sabido solucionar, en detrimento del futuro del país. Se vuelve a repetir la historia, que hace casi un siglo, llevó a este país al mayor fracaso de la convivencia social, a través de una guerra civil.
Hoy, lo tenemos reproducido en la incertidumbre del futuro y el bienestar de los ciudadanos, por la fragmentación política, que impide un "dorado" porvenir. Las divisiones nos llevan a los "reinos de taifas", en un mundo globalizado. Vamos con el paso, equivocado y cambiado.