El conocimiento "tocado"

Psicóloga
28 de Abril de 2024

El pasado 19 de abril pude disfrutar en el auditorio de Zaragoza de un concierto ofrecido por el gran pianista Arcadi Volodos, nacido en San Petersburgo en 1972, y con toda una vida dedicada a la música que le ha convertido en una referencia mundial. Pude sentir todo ese «conocimiento tocado» con esas teclas que eran su simple medio para contar toda una historia de esfuerzo.

"Volodos lo tiene todo -imaginación, pasión y una técnica fenomenal- para llevar a cabo sus ideas sobre el piano. ¡Su virtuosismo sin límites, combinado con un sentido único del ritmo, el color y la poesía, hace de Volodos un narrador de historias intensas y mundos infinitos!" https://volodos.com/es

Me detengo en él, en esa experiencia que pude vivir y sentir más allá del sonido que arrancaba de esas teclas de piano comunes en cualquier instrumento y que sólo cobran vida en las manos del músico que las maneja. Cerrar los ojos para sólo sentir la música era perderse lo mejor del genio, pues verle tocar ese piano, era ver una alargamiento de sus manos en una conexión perfecta con ese cerebro que tenía en su memoria todas y cada una de las notas de ese concierto de dos horas, sin partitura y en perfecta coordinación motriz en su cuerpo que tocaba al mismo tiempo que lo hacía el instrumento. Y es que esas manos se movían a una velocidad tal, que desaparecían en un vuelo imposible en la visión del espectador.

Reza su biografía que es "un narrador de historias intensas", historias que son reflejo de aprendizajes infinitos, sinapsis y comunicaciones interneuronales; esas grandes redes de impulsos que estimulan nuestro cerebro como procesador central y necesarias y relevantes para el logro del aprendizaje.

Yo no vi sólo a un genio, que lo es; vi ESFUERZO, vi a una persona que para llegar a ese nivel de automatización, a ese nivel de genialidad y de virtuosismo, había pasado gran parte de su vida tocando y repitiendo una y otra vez cada nota hasta integrarla de forma robusta en su procesador central, con unas sinapsis grandes y fortalecidas con el tiempo, reforzando una y otra vez esos impulsos hasta convertirlos en automáticos e incluso me atrevo a decir, casi inconscientes. Y es que estoy segura de que podría haber tocado esas piezas con los ojos cerrados.

Al igual que cuando aprendemos a andar, a montar en bicicleta o a conducir, el proceso inicial de aprendizaje es complejo por la gran cantidad de conexiones nuevas a realizar y por tanto requieren de un gran esfuerzo y alguna que otra caída en el intento. Sin embargo, por repetición y conexiones robustas en nuestro cerebro, se convierten en aprendizajes "que no se olvidan". Tras ese genio, hay horas y horas de repetición, hay esfuerzo prolongado en los años, hay caídas, éxitos y fracasos y hay un CONOCIMIENTO y una HABILIDAD que sólo se puede conseguir en esos años de práctica intensa. Tras ese virtuosismo se esconden horas de aprendizaje y afianzamiento del mismo, una autoexigencia sin más límite que el infinito.

"Sólo el conocimiento que llega desde dentro es el verdadero conocimiento". Sócrates.

Como reza una cita de Séneca, "La naturaleza nos ha dado las semillas del conocimiento, no el conocimiento mismo", ese conocimiento que debe llegar desde dentro para ser verdadero conocimiento y que debe surgir de las preguntas correctas y no tanto de las respuestas al más estilo pensamiento socrático.

¿Cómo extrapolamos esto a nuestras empresas? ¿Cómo se valora ese conocimiento adquirido por los profesionales senior que saben tocar la «tecla adecuada» en un momento dado ante los ojos asombrados de compañeros que llevan horas intentando encontrar soluciones a un problema complejo? Ese conocimiento que encierra cada persona es el resultado de muchas horas de experiencia, práctica, fracasos y éxitos con conexiones neuronales fortalecidas en un entramado complejo que se llama «aprendizaje» y que en la mayoría de los casos lleva horas de esfuerzo, de formación, de autoexigencia y de cuestionamientos constantes sobre el propio conocimiento y el de otrosEse conocimiento que se ha forjado desde dentro y que «tocamos» cada uno de nosotros en nuestras áreas de experiencia.

El gran reto de la gestión de conocimiento en nuestras empresas es cómo trasladar ese conocimiento de unas generaciones a otras, topándonos con que sólo está en los individuos y en esas sinapsis fortalecidas basadas en el pasado y creadoras de soluciones a futuro. Aceptar la posibilidad de que no se pueden transmitir como si de una copia de seguridad en un disco duro se tratara, es visualizar la necesidad de plantear procesos metodológicos nuevos, de mentorización, de guía, de la práctica constante de la mayéutica socrática para que el aprendizaje se produzca y del esfuerzo necesario para conseguirlo.

Los estímulos externos desencadenan la activación de las sinapsis, necesarias para que se dé el aprendizaje. Cuantas más sinapsis, más profundamente se ancla ese aprendizaje en el cerebro. Nuestro sistema educativo hace aguas desde hace ya unas generaciones en las que el esfuerzo necesario para aprender se ve en esa gran crisis de valores, que ha llevado y está llevando a creer que el conocimiento, el virtuosismo en el instrumento que cada uno de nosotros ha de tocar, se puede trasladar de un cerebro a otro sólo dando sólo respuestas del maestro al alumno para evitar el esfuerzo necesario y frustrante en ocasiones que genera. Reducir la experiencia necesaria para "dar con la tecla" a la sola transmisión de respuestas, es negar el fortalecimiento y agrandamiento de esos procesos sinápticos y campos de memoria en el procesador central del cerebro y, por tanto, estamos negando la capacidad de aprendizaje, de aprender a aprender. Es en el esfuerzo, la repetición cuando de habilidad se trata, el cuestionamiento del propio conocimiento y desarrollo del espíritu crítico, donde se fortalecen los procesos memorísticos de ese aprendizaje adquirido, esos que son las base de nuestra actuación presente y futura en la solución de problemas, pero también de la innovación y creación de algo diferente a lo establecido.

He visto y veo constantemente esa falta de valoración real de las propias competencias tanto en jóvenes como en no tan jóvenes, pero más grave es pensar que sólo dando respuestas preguntando al Oráculo de Delfos se está gestionando adecuadamente el conocimiento. Sabemos que, fuera del ámbito musical, no siempre es la misma tecla la que hay que tocar para que la melodía esté afinada y que las simples respuestas en un problema concreto no dan el conocimiento necesario para solucionar los problemas futuros, porque ese conocimiento dado es único e individual. La unión de puntos, los campos y complejos entramados sinápticos en esos aprendizajes infinitos que sólo se adquieren con la práctica, esfuerzo y años, son posiblemente las preguntas necesarias y soluciones de los problemas futuros. Simplificar el conocimiento y el aprendizaje a las respuestas obtenidas, es como si diéramos por hecho que vamos a tocar el piano como lo hace ese gran virtuoso con sólo mirarle; es negar la posibilidad de crear algo más grande que esa pieza musical escrita en una partitura, eso que es el aprendizaje único y diferenciador en cada persona, en ese conocimiento que surge de dentro y que «tocamos» cada uno de nosotros.

Etiquetas: