Han pasado muchos años desde que las entidades bancarias, allá por el mes del ahorro, octubre creo, regalaban colonias con aromas de clase media o baja; más tarde, con arreglo a tus ingresos a plazo fijo, incluso llegaron a regalar, vajillas, cuberterías y más enseres domésticos, lo que, para los más avispados, aquello eran verdaderos bazares económicos, con ganancia para el “usurero legal”.
A pesar de todo, el ciudadano estaba contento, llegando a un pseudo masoquismo agradecido del cliente. Eran los tiempos en los que el sufrido empleado de banca atendía con cercanía y amabilidad a la víctima de turno.
En la actualidad el “usurero legal” ha tomado fuerza. Todo aquello pasó a la historia. Ahora, como mucho, y si eres accionista, te regalan “pijadas”, como agendas con el lomo despegado, bolígrafos para tirar o elementos electrónicos básicos que funcionan durante una corta temporada.
Pero ahí no queda eso. Hoy por hoy, estos usureros legales, se caracterizan por su nefasta atención al cliente, a veces hasta con grosería, poniendo filtros a la entrada de las pocas oficinas que tienen abiertas, como si de perros de presa guardianes se tratara. El “vuelva usted mañana” de los antiguos funcionarios, se ha convertido en una herramienta de trabajo de los empleados de los “usureros legales”, manifestada en una ausencia de educación, de falta de proximidad al cliente y de una “chulería” fuera de lugar; una desatención al ciudadano, cerrando cajeros – los que quedan abiertos no funcionan- y dando una imagen, que, a pesar de la presencia física de estos trabajadores, luciendo trajes como si de una fiesta de gala se tratase, no solo no logran satisfacer al cliente, sino que sufren el odio y los improperios de éste cuando la culpa es del patrón.
Viene esto a colación, porque ayer estuve en una sucursal de uno de los grandes bancos y en la puerta de acceso a la entidad, poco menos que había una manifestación de ciudadanos y clientes, no solo enojados, sino que estaban hasta los cojones de ser obligados a pasar por un control de acceso, no de seguridad, con una empleada con máster en mala educación -quizás había dormido mal- que te facilitaba un número de teléfono para que el cliente realizara su gestión sin molestar a los empleados de la central o sucursal, ya no sé lo que era, que por cierto… no estaban. Todas las mesas estaban vacías.
La pandemia nos ha vuelto vagos, muy vagos, vaguísimos. La atención personificada del empleado de banca, del médico de familia que se sentaba en la cama del enfermo, mientras la madre le hacía un café, de los funcionarios encargados del registro, no existe; es la excusa del miedo al virus. Lo malo es que esto se va a quedar para siempre.
Habría que analizar qué virus es el que está llevando a la ruina a este país. Si a esto le unimos las abusivas comisiones bancarias actuales, esto es un auténtico “corralito”. Y si te descuidas, casi tenemos que pedir perdón.
Si a esto no se le pone solución, como decía Séneca, “mañana será peor”.