Es una enorme emoción escribir para Huesca ciudad y provincia, desde ellas seguramente siempre lo he hecho en los medios zaragozanos. Soy un vecino del occidente oscense jacetano cada vez más hundido en mis raíces, reticulares, lo que no obsta para que adore ir a la capital oscense. Como, y simultáneamente, me dedico en mi día a día a sufrir y amar a Zaragoza del mismo modo que algunos de los mayores amantes del Alto Aragón que conozco lo hacen desde el centro aragonés de Barcelona.
Por su aspereza, su carácter antes industrial maniobrera –hoy de ciudad de reponedores que se extiende por treinta kilómetros-, la impronta que le da en congresos y demás ser cruce de caminos pero en que las gentes abiertas, demasiado representativas del imaginario del aragonés que se tiene fuera (el de Raquel Meller, Fleta o Martínez Soria aún hoy), la capital económica no solo de Aragón sino la ciudad del Ebro central, por su fortaleza asociativa y divorcio provocado con el resto de la comunidad me ponen. Pero como lugar cosmopolita viene perdiendo fuelle. Me recuerda la no metrópoli a mis ambientes en Sabiñánigo y Monzón con, naturalmente, mayores posibilidades de vida privada anónima.
Me sorprende de los demás que no sean bipolares para bien. Como yo lo soy, necesito contraponer a mis orígenes duros y de emigración, de dejación de mi lugar pirenaico obligada –de toda una provincial que para mí tiene 300.000 habitantes entre residentes, amantes y descendientes esparcidos, sobre todo en Barcelona- , ratos de conversación reposada, buen vino, tocar ropa de factura excelente y asistir a espectáculos culturales en Huesca ciudad, Jaca, Aínsa o Barbastro.
No conozco suficientes fragatinos pero sí literanos para afirmar que Aragón –y su potente producción ganadera e industria agroalimentaria- se ve distinto si trazamos un círculo con compás asentado en Lérida de cincuenta kilómetros. Suerte tienen los orientales de convenios sanitarios y educativos con el Arnau y las universidades, como Tarazona va para todo a Tudela.
A mí me da, y no soy muy cenizo y reconozco lo bueno de cualquiera, que Aragón solo parece que va bien. Crece, sí, pero como tierra interior es dependiente. Carecer de costa, puertos y aeropuertos masivos lleva tiempo penalizando a nivel mundial.
La condición estratégica de Huesca provincia la hace periférica para bien, me niego a capitular con la excusa de la España vaciada como gangrena propia. Siempre hemos sido cuartel, reserva de agua y esparcimiento capital para España.
Sucede que con la corriente económica que ello genera no llega a mitigarse el efecto en pérdida de industria de estar rodeados de comunidades forales confederadas con España o de otras que ponen y quitan gobiernos desde 25 diputados, que sangran el presupuesto. Tricky things, mon ami.
Si Jaca fuera Navarra su circunvalación mediante autovía estaría terminada hace años, el hospital sería de verdad y no un simulacro, Tiermas tendría un balneario nuevo en el cerro o los truferos ribagorzanos irían casi en avión privado a vender directamente a Dubai.
Zaragoza ciudad se salva como cruce de caminos pero cuando por el efecto Foehn que hace que Pirineos Sur seamos secos, cruzas los puertos franceses o cantábricos, hay espacio, páramo pero falta vida. Falta gente joven en el territorio, porque la fueron las expropiaciones o la falta de agua.
No es un problema exclusivo de Aragón, ya lo sabemos, pero hemos tenido como sociedad la oportunidad de ser más reivindicativos, tener opciones aragonesistas de derechas e izquierdas, hoy parece que se potencia para la siguiente legislatura la opción “Aragón Existe”, pero el conservadurismo y somardismo aragonés, aquel que hacía que tuviéramos la ratio mayor de España de guardar dinero en la libreta, no permitirán que se desarrollen. La sociedad oscense y aragonesa no quiere más Aragón, nos quedamos en un Madrid Barça político impropio de nuestra historia.
Seguramente por la proximidad de la France ilustrée e hija del individualismo montañés, ni l’en quites ni l’en des, sí es cierto que los oscenses guardamos un gusto por el personaje más allá de su patrimonio o ideología. Lo que se traduce en un saber hacer en gestión agroalimentaria, deportiva de élite o de la propia Diputación oscense y buena parte de sus consistorios.
No es suficiente: esa misma mentalidad sigue dando a los críos el patrimonio, pagando la carrera a las crías de cada pueblo para que estudien y emigren y así ya están pagadas. Desconfiando de que el heredero elija, ya que no hay otras que se queden a vivir, alguna nueva habitante a la que se prejuzga aprovechada, apostando por la revolución del campo solo por debajo de Guara, permitiendo alcohol y droga sin talento en cada fiesta de vuelta de la pandemia, no transmitiendo el orgullo de los orígenes para bien sino la simple de que los que deciden quedarse con patrimonio usufructúen hasta expoliarlos su propia tierra y la de los ayuntamientos que rigen y deberían desaparecer… Existen por conveniencia…
No entraremos en la caza, principal fuente de riqueza en otoño de tantos pueblos, y su conveniente regulación con limitaciones…
La mentalidad de dueños del país de los cuatro gatos que nos quedemos, y cuantos menos más subvenciones a repartir pero que esto se vacía, oiga…, no se daba en nuestros abuelos que ponían cepos para comer conejo y subsistir y vivieron elegantes con nada.
Una ciudad de Huesca industrial y agroalimentaria sería crucial para Aragón y España, pasar a 75 o 100.000 habitantes, dado que el entorno de dinamismo siempre se ha dado. Becarios de la Diputación fueron Sender, Acín o Costa.
Habría que darle una vuelta a todo lo que no es orgullo por formar parte de uno de los paisajes humanizados más hermosos del mundo, no tener la mentalidad de subir el 3.000 para inmediatamente bajarlo. Tener una estrategia clara y no mendicante, periférica y reivindicativa para muy bien. Mejorar la relación con Zaragoza, creación administrativa medieval del Fuero de Jaca, capital afectiva de todos los aragoneses.