Ecología Radical

Red de Agua Pública de Aragón
08 de Diciembre de 2024
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El concepto "ecología", desmenuzado en múltiples palabras y sintagmas que contiene "ECO" o sus derivados, se ha introducido en el lenguaje habitual de una forma que requiere una atención especial. Los Mass Media, desde la época de Hearst y desde mucho después, los Social Media, son capaces de digerir cualquier cosa y fabricar una serie de novedades, posverdades o meta mentiras que hacen casi imposible la difusión de lo que, paradójicamente presumen difundir. 

Sobre palabras como sostenibilidad, resiliencia, medioambiental, efecto invernadero, biodiversidad y muchas más, recae una especie de maldición lingüística que termina por pervertir el significado primitivo del relato donde nacieron para avalar y justificar los intereses del capitalismo neoliberal que, tal como hacía, antes del contrato social de los años 40-50, pasa por encima de gobiernos y poblaciones y mantiene su táctica de explotación masiva de la naturaleza y de las personas. 

A consecuencia de esta maldición, es muy fácil para los mercenarios de la palabra y la imagen, construir un relato que, conteniendo todos esos ideas, transmitan la sensación de que no es necesario ningún cambio sustancial en el modo de vivir. Todo puede/debe seguir igual y si hay algo que cambiar, en todo caso que sea el gobierno de la nación al que se acusa gratuitamente de limitar las libertades y someter a la población a una imaginaria dictadura. Es el triunfo de la banalidad sobre el raciocinio, del eslogan sobre las ideas, pero parece que para conseguir seguidores no es imprescindible la coherencia. Por eso puede que el discurso ecologista y científico llegue como tanta dificultad a la mayoría de la población.

En este estado de cosas, en este efervescente mundo de vanidad y falsedades, el ecologismo, pese a su presencia en el universo virtual, se mueve de otra forma y no solo tiene que difundir su relato, sino que además tiene que combatir el contra-relato. Un contrarrelato abierta o implícitamente apoyado por la mayor parte de los medios de comunicación tradicionales que no dejan de ser deudores de quienes los sustenta y que son arte y parte en el proceso de una nueva construcción social basada en la primacía de lo privado y el sometimiento del individuo. Un efecto del trumpismo triunfante en el hemisferio norte.

Poniendo al agua como ejemplo, además de todo el cúmulo de mentiras salidas del barro valenciano, hay un caso emblemático. La supuesta destrucción de embalses y por lo que a Aragón atañe, el de Los Toranes, que se resiste a dejar de salir en los periódicos. 

Por una vez, el mundo científico y  judicial han coincidido y determinado que, tal como marca la UE, es preciso eliminar los obstáculos en los cauces que no tengan un uso justificado. En el caso de Los Toranes la empresa eléctrica no tiene ninguna voluntad de seguir explotando la instalación y lo más natural es que una vez terminada la concesión, las aguas vuelva a su cauce. Sin embargo algo que debería ser sencillo, se complica hasta el extremo gracias a toda esa estrategia de desinformación y juego de intereses de que se ha hablado, de tal forma que el paciente ciudadano acaba por no saber a qué atenerse y en el tránsito se desgasta y desautoriza al ecologismo en su conjunto al que se tilda de enemigo del progreso y obstáculo para el deseado bienestar. 

Parecido análisis se podría hacer con las energías (mal llamadas) renovables o con los nuevos nichos de negocio de la fabricación de hidrógeno y la instalación de centros de datos que empieza a preocupar en los medios ecologistas donde se echa de menos una mayor coordinación de objetivos y metodologías de trabajo. Mientras unos sectores se acercan a la idea del "SI, PERO NO ASÍ" otros, tal vez atados al "NUCLEAR NO, GRACIAS", acaban siendo colaboradores tácitos del continuismo del modelo de producción y transporte que puede condenar a Aragón a ser territorio de sacrificio para que la energía generada a costa de sus paisajes y sus gentes alimente a la industria europea que no quiere ni hablar ni escuchar nada que tenga que ver con un cambio drástico de los modelos productivos.

Pese a esta, un tanto agria descripción, algo positivo está cuajando en el ambiente. El hecho de que Attac, Ecologistas en Acción, Marea Blanca, Rebelión Científica, Economistas Frente a la Crisis y 16 organizaciones más coincidan para buscar alternativas al modelo económico desarrollista, es una muy buena noticia. El decrecimiento o poscrecimiento es el elefante en la habitación que nadie quiere ver y que Mass Medias y Social Medias van a hacer cuanto este a su alcance para que siga invisible a los ojos de una población que gusta deslumbrarse con las luces navideñas para no ver la realidad que le rodea. 

Puede que el entorno ecologista también deba plantearse su propio modelo; sus estrategias de crecimiento y de financiación como organizaciones sociales. Preguntarse si confrontar con un modelo empresarial y financiero tan poderoso como el que  prorroga la globalización, el desequilibrio territorial y la injusticia social, con otro, en cierto modo, también empresarial y en parte dependiente de las mismas empresas que debe contrarrestar, es una estrategia acertada o se puede correr el peligro de hacer derivar al ecologismo hacia un escenario de comparsas en el mercado de ideas e intereses. Un actor más en el Gran Teatro del Mundo que en este caso más que de fundamentos teológicos habla del inmenso poder del Dios del dinero y la explotación.

En este complejo escenario en que compiten la evidencia de los límites del planeta, con la capacidad de expolio del neoliberalismo que parece dominar en casi todo el mundo, no cabe el optimismo, pero sí la esperanza. La esperanza en que desde la acción compartida de lo movimientos sociales y ciudadanos, la ecología social y radical pueda extender un pensamiento común que mantenga al ser humano en su dignidad y su capacidad de creer y crear. 

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