El camino que hacemos con Jesucristo es un camino de perfección. Los que de forma consciente nos llamamos cristianos debemos tener presente que esa perfección no consiste en ser grandes y poderosos, sino humildes y sencillos, siendo servidores de los demás.
El mundo no nos presenta un modelo de hombre perfecto como lo hace Jesucristo, sino que nos vende modelos que desfiguran la antropología cristiana. Hoy se le da mayor importancia a quienes ocupan puestos importantes dentro de la sociedad. No está mal ocupar altos cargos, al contrario, se trata de un bien inconmensurable que debe contribuir más y mejor al crecimiento y desarrollo de este mundo.
El problema es que muchas personas, obnubiladas por falta de criterios personales, endiosan a ciertos líderes de “pacotilla”. Inútiles que han conseguido llegar al poder a fuerza de promesas que envuelven a los más flojos e ignorantes de nuestra sociedad, convirtiéndose en los escribas y fariseos de los que hoy nos habla Evangelio; hipócritas que obligan a los demás a cumplir una serie de normas que ellos no están dispuestos a vivir.
“Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame rabbí.” (Mt 23, 4 - 7).
No hay mucha diferencia entre los líderes del pasado y los de ahora. Parece que están cortados por la misma tijera. Por eso, hoy más que nunca, las palabras de Jesús cobran un sentido especial: “No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espada.” (Mt 10, 34). Es decir, Jesús no ha venido para ser cómplice de aquellos que pretenden engañar a la gente con palabras bonitas o con limosnas, no ha venido a sembrar la paz, ha venido a sembrar la espada, es decir, ha venido a despertar conciencias, a hacernos caer en la cuenta de aquello que está mal y que necesita ser reestructurado.
La invitación de Jesús es clara: “El primero entre vosotros será vuestro servidor.” (Mt 23, 11). Tenemos que abrir paso a todos aquellos que, desde la humildad y la sencillez, tengan el valor de ocupar un puesto importante en la sociedad, sin que el poder “se les suba” a la cabeza. Hoy, el mundo reclama lideres capacitados con espíritu de servicio, que estén dispuestos a ayudar a integrar en la sociedad a quienes lo necesitan, que apuesten por la libertad, por el desarrollo integral de la persona, por el crecimiento de los pueblos, por la promoción de los derechos y deberes universales y por el fomento de la democracia.