Eduardo Pérez Barrau

El Este de la provincia ya no mira hacia Huesca

04 de Abril de 2024
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El enésimo retraso en la finalización de las obras de la autovía A22 Huesca-Lérida en su tramo más cercano a la capital altoaragonesa, sumado a la deficiente conexión ferroviaria entre Zaragoza y Binéfar, ilustra el creciente aislamiento del Aragón oriental respecto al resto de la comunidad autónoma.

El desinterés institucional con la vertebración del territorio está conduciendo a una desconexión gradual de las comarcas del eje del Cinca  -segundo territorio más importante en términos empresariales y de población en Aragón- de la ciudad de Huesca y del occidente provincial.

Este progresivo distanciamiento con la capital no es imputable exclusivamente a las conexiones terrestres. Otros problemas, estos de competencia autonómica, como la deficiente dotación de la sanidad y de la educación públicas de las comarcas orientales, está abriendo una brecha en los intereses y en las preferencias de los habitantes de este territorio.

El Aragón oriental se ha visto en la necesidad de diversificar el acceso a los servicios públicos y privados debido a la falta de atención o planificación de los sucesivos gobiernos autonómicos. Los residentes de Fraga, Binéfar, Monzón, y en menor medida Barbastro, han tenido que suplir estas carencias explorando otras alternativas lejos de sus respectivas comarcas. Con este panorama de desinterés institucional, y aprovechando la proximidad y las mejores conexiones que ofrece Cataluña, ha empezado a ganar enteros la ciudad de Lérida.

La cercanía geográfica y el crecimiento económico experimentado por la ciudad de Lérida, a gran distancia del vivido en el mismo periodo de tiempo por la capital oscense, y el peso de su economía privada -una magnitud equivalente a la existente en las ciudades del corredor del Cinca- supone un poderoso imán para los negocios y para las oportunidades profesionales y, en general, una vía alternativa hacia una oferta de servicios generalmente deficitarios del lado aragonés.

Estos desplazamientos ocasionales hacia la capital del Segre no son de ahora. El “flujo transfronterizo”, en ambas direcciones, se viene produciendo desde hace décadas. Una relación de vecindad que, todo sea dicho, no ha estado exenta de altibajos debido a las tensiones políticas que llegan de Barcelona.

Obviamente, no todas las relaciones de intercambio del eje oriental de Huesca tienen como destino la comunidad vecina, ni siquiera una mayoría de ellas. Sin embargo, es evidente que cada vez adquieren mayor relevancia para un mayor número de residentes en Aragón, especialmente para el numeroso colectivo de extranjeros que residen en nuestras comarcas.

Ante la incomparecencia de la política aragonesa, aquejada del clásico “ombliguismo” zaragozano, y la ausencia de una política aragonesa que compense esta desigualdad territorial, los ciudadanos del Aragón oriental han buscado la solución que tenían más a mano. De ahí que, por ejemplo, cuando las conexiones ferroviarias han empeorado los viajeros aragoneses han optado por utilizar el AVE en Lleida, cuando se ha hecho evidente que la escasez de médicos especialistas en el Hospital de Barbastro se hacía insostenible han acudido a los profesionales sanitarios de Lérida, o cuando han querido pasar una tarde de compras sin querer sufrir las interminables obras de la autovía de camino a Zaragoza han elegido la capital del Segre, y de igual manera con otras facetas del ocio, de la formación, etc.

Todo lo mencionado debería llevar a una reflexión profunda a la clase política aragonesa. Sin soluciones a los problemas que arrastra el Aragón oriental en materia sanitaria, en fomento empresarial, en gestión del talento o en inversión en infraestructuras es inevitable que el centro de gravedad del territorio se incline hacia Lérida.

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