El patio europeo no tiene buen aspecto. Más que una gran potencia, el viejo continente parece un enfermo grave al que la nueva administración estadounidense le receta antídotos para recuperarse.
La Conferencia de Seguridad de Múnich lo ha dejado claro. La UE, en lugar de trazar su propio rumbo, sigue las “recomendaciones” de Washington: 500.000 millones de euros en defensa para la próxima década, con la mayoría de las compras destinadas al “aliado” norteamericano.
Y es que, si quieres controlar una defensa, primero debes marcar la estrategia. Así lo ha demostrado J.D. Vance al criticar cómo los europeos nos hemos alejado de los valores estadounidenses. No solo somos clientes; encima, nos abroncan.
Más que un aliado, EE.UU. es el socio mayoritario que impone su criterio. Como en cualquier consejo de administración, quien tiene más acciones manda.
Entre inteligencia artificial y defensa, Europa se ha convertido en el tablero perfecto para que los de la otra orilla del Atlántico jueguen con nosotros como un niño con su pelota.
Lo más preocupante no es la situación en sí, sino la satisfacción de los líderes europeos. Entre normas y burocracia, Bruselas y Estrasburgo han olvidado la realidad geopolítica actual.
Europa, fuiste grande conquistando el mundo. Hoy solo sirves como mercado de consumo para los nuevos propietarios del planeta. No esperes sentarte en la mesa donde se decide el futuro del siglo XXI.
¿Esta situación es la que nos prometió la Comisión de Von der Leyen?
¿Qué haría falta para que Europa deje de ser el patio de juegos de otros?
¿O acaso ya nos hemos resignado?