Maite Ordóñez

Éxitos de audiencia: ¿entretenimiento o reflejo de nuestra sociedad?

03 de Febrero de 2025
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Ayer, mientras cambiaba de canal tras un largo y agotador día de oficina, me encontré frente a la pantalla de mi televisor con un grupo de chicas jovencísimas y deslumbrantes, todas con labios, pómulos, pechos y nalgas visiblemente operados, exhibiéndose como si fueran mercancía lista para ser consumida. Estas imágenes me llevaron a una pregunta inquietante: ¿es esto lo que queremos mostrar como ejemplo a nuestros hijos?

El programa al que me refiero es uno de los buques insignia de Tele5 y parece resumir en una hora de emisión todo lo que anda mal en nuestra sociedad. En un formato que mezcla un voyeurismo descarado con conflictos emocionales artificialmente fabricados, este programa me plantea la siguiente cuestión: ¿Qué estamos dispuestos a tolerar como entretenimiento?

Me viene a la mente, como paréntesis a la exposición que estoy haciendo, la escena de las campanadas en la televisión pública, y me pregunto: ¿es necesario ser tan grosero para obtener más cuota de pantalla? Al margen de esta apreciación y volviendo al programa en cuestión, que, de manera anecdótica, creo que se disfraza de experimento sociológico, me parece un escaparate de valores superfluos, un culto al físico y una promoción constante de la idea de que, cuanto más hombres o mujeres "te tires" (y lo vea hasta el apuntador), mejor será tu futuro.

Chicas y chicos con cuerpos esculpidos, clónicos todos ellos, son llevados a un entorno donde todo parece girar alrededor del deseo sexual. La isla en sí, paradisiaca, no busca profundizar en relaciones humanas reales, sino explotar el morbo y fomentar comportamientos que, lejos de ser un ejemplo, bordean lo tóxico, traspasando líneas rojas que a ningún padre nos gustaría ver.

Y aquí es donde me surge la reflexión más preocupante:¿Es esta cultura de la superficialidad, la exposición sin límites y la falta de moral la que queremos perpetuar? Adolescentes y jóvenes crecen viendo a estas personas, que pasan de cama a cama, creyendo que la belleza está únicamente vinculada a un estándar irreal e inalcanzable, solo a través de los filtros en las redes sociales.

Pero no es solo el aspecto físico el que está en juego, rasgos y belleza que muchos chavales quieren imitar a toda costa dejándose la autoestima por los suelos cuando se miran al espejo. Las relaciones amorosas se presentan como un juego de poder, manipulación, sometimiento y traición. Los vínculos humanos se trivializan hasta el punto de reducirlos a pruebas de fidelidad que, en su esencia, son tan irreales como los diálogos que intercambian los participantes (obviamente está guionizado, pero mal). Si han visto algún programa de este tipo se percatarán de que se alienta el conflicto por encima de la comunicación sana y el drama por encima del entendimiento mutuo.

Está claro que la televisión tiene derecho a ofrecer contenido ligero, incluso frívolo para entretenimiento de los que la ven. Pero, ¿dónde está la línea que separa el entretenimiento inofensivo del impacto negativo de lo que aparece en nuestras pantallas?

¿Cómo podemos explicar a nuestros hijos que no deben cosificar a los demás, cuando ven en la televisión a hombres y mujeres tratados simplemente como objetos que se desean conseguir? ¿Cómo les enseñamos que la fidelidad, la confianza y el respeto son la base de una relación, cuando los ídolos mediáticos que se les presentan fomentan lo contrario?

El buque insignia de Tele5 no solo refleja lo peor de la cultura del todo vale, sino que también la pone como escaparate donde poder adquirirla. En lugar de dar opciones de vida, de entretenerte o de proponer narrativas más saludables, se regodea en la infidelidad y el morbo. Y lo más preocupante es que, mientras tanto, seguimos sentados frente a la pantalla, aceptándolo como parte de la "normalidad" televisiva.

Y quien lea este artículo, me podrá decir: “Para haber hecho zapping y haberte quedado un rato viendo ese programa, te has empapado de todos sus matices”. Es cierto, no es un programa que haya seguido, lo he visto muy de vez en cuando y nunca entero, y siempre por ver el impecable trabajo de su presentadora, que hace de algo tan superfluo un escaparate de dignidad y profesionalidad.

Quizá sea hora  de preguntarnos: ¿Qué tipo de sociedad queremos construir? Porque, aunque el programa termine en una hora, su huella en nuestra cultura y en las mentes de quienes lo consumen podría durar mucho más.

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