Laura Alins Rami

La familia, eje de transformación social

13 de Diciembre de 2023
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Con frecuencia leemos noticias relacionadas con niños y jóvenes que  ponen los pelos de punta: violencia, agresiones sexuales, delincuencia, dependencias a drogas,  adicciones a la pornografía cada vez a edades más tempranas, incremento de los trastornos mentales, autolesiones, suicidios… ¿Qué está ocurriendo?

Aunque nos referiremos a otras causas, a mi modo de ver la crisis de la familia, no como institución sino en cuanto  al falseamiento de su sentido y esencia por parte de muchos agentes sociales, está en el centro de la cuestión.

La familia es el refugio, el nido donde vamos a curar nuestras heridas, donde el amor desinteresado nos restablece y nos marca el rumbo. Sin embargo esta institución, la más valorada por los ciudadanos en cualquier encuesta, sufre hoy innumerables heridas, heridas reflejo de las que sufre nuestra misma sociedad.

Se ha olvidado que la familia es la institución que da lo que ninguna otra puede dar. Ningún programa público puede dar lo que esta maravillosa red familiar nos regala. Numerosos estudios estadísticos avalan que una familia bien estructurada y unida no sólo es una fuente de bienestar y felicidad, sino un ahorro colosal para las arcas públicas: menos enfermedades, problemas    mentales, académicos,   de inserción social;  menos adicciones y tendencias suicidas;  menos delincuencia; mayor cuidado de los   enfermos y ancianos; educación esmerada y trasmisión de valores que luego redundan en beneficio de la sociedad…El hogar es el espacio donde no se rechaza la vulnerabilidad, sino que se sale a su encuentro; el espacio donde se aprende a amar, se acoge , se cuida y se construyen vidas.

Muchas son las leyes que han contribuido a desdibujar el verdadero sentido de la familia, y a fomentar la desvinculación entre sus miembros, desde el divorcio exprés, el aborto casi universal  (100.000 abortos anuales en España), la eutanasia, ley de protección de la infancia que debilita la familia frente al poder del Estado, las leyes trans, en las que el sentimiento se instaura como categoría jurídica, la propia ley de educación LOMLOE que promueve el adoctrinamiento ideológico por  encima de la patria potestad de los padres,  ley del sólo sí es sí, ley del matrimonio entre personas del mismo sexo…  La decadencia de la cultura del matrimonio,  además,  ha originado pobreza y numerosos problemas sociales (el divorcio tiene un impacto brutal en la economía)

A toda esta   normativa se suma la fuerte crisis del sentido de la vida y del sufrimiento que padece nuestra sociedad. Vivimos en un mundo tremendamente individualista, hedonista, que no tolera el sufrimiento,  el dolor; que no ha sido preparado para la frustración, el fracaso, la decepción, sino para el placer y el éxito, a costa de quien sea y de lo que sea. Además, reina un relativismo inquietante; nada parece estar sustentado sobre cimientos fuertes;  se ha desdibujado  la noción de pecado; la gente proclama que no tiene que arrepentirse de nada, todo vale y la moralidad de los actos depende de las circunstancias de cada cual; no hay actos buenos o malos en sí mismos, sino que todo depende; este relativismo  nos deja débiles y vulnerables frente al mundo, nos roba los valores sólidos para transmitir a los hijos.  A este panorama se suma una galopante cultura del descarte; el débil, el que molesta es descartado, sobra; cada vez tenemos más ancianos solos, más indigentes…  Añadamos a esta rápida visión de conjunto el influjo y daño que deriva del uso de la tecnología de manera  adictiva y, en especial, del móvil;  y, sobre todo, la grave inmersión normalizada  en la pornografía desde tiernas edades.

No nos sorprendamos si jóvenes educados bajo estos parámetros se muestran débiles, vulnerables,  desconcertados, manipulables, sin ideales ni metas elevadas, o no encuentran el sentido  para afrontar su vida; si se desploman ante los fracasos, incapaces de  sobreponerse a las contrariedades;  si se  refugian en las pantallas,  la droga, la pornografía, y se desvinculan de la familia y de los amigos.

El suicidio es la primera causa de muerte en jóvenes y adolescentes entre 12 y 29 años en España. Entre 2019 y 2021 se ha producido un incremento  del 32% en el número de suicidios en adolescentes (datos INE). No simplificaremos nuestra exposición hasta plantear que este desdichado dato se deba sólo a los hechos arriba expuestos; los sociólogos deberán atender  todo tipo de variables; sin embargo   son causas que influyen notablemente en este fenómeno, y por lo tanto, sobre las que urge actuar.

La catarata legislativa aludida arriba, en lugar de resolver estas nefastas realidades sociales, las ha  avivado. Las leyes que pretendían empoderar a la mujer y promover su igualdad con el hombre  han ignorado la verdadera naturaleza del ser humano y no han servido sino para enfrentar a los dos sexos. De hecho España ha pasado del quinto puesto como mejor país del mundo para nacer mujer al puesto 14 en 2022 y al 27 en 2023; lo que nos da idea del fracaso de las  normativas de igualdad. La violencia sexual hacia la mujer y entre jóvenes crece, a la vez que crece el ambiente hipersexualizado que se  promueve con estas políticas.

Quizá, pues, no se trate tanto de legislar sino de educar,  de apoyar a las familias en su función educativa y no de  sustituirlas, en todo caso, de colaborar con ellas; de revisar un estilo de sociedad que ha fracasado porque ha abandonado y denostado a la familia,  y porque ha transmitido la ideología de género como una nueva religión incontestable, olvidando que desde hace muchos años ya no somos un estado confesional.

La fuerza que educa está en la familia, pero una familia libre y  apoyada subsidiariamente por el Estado en cuanto a facultativos y medios médicos, financiación y programas económicos, redes de asesoramiento y servicios sociales y un sistema educativo exigente que enseñe y no adoctrine.

Sobran leyes y falta libertad y apoyo institucional. Es preciso un cambio radical en la forma de entender la esencia y el fundamento de la familia como sostén de la nación. Sobre  todo es preciso permitir a las familias educar en libertad,  ellas pueden transmitir esperanza y sentido a la vida,  ellas marcan límites y objetivos, ellas están a tiempo de revertir esa situación.

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