Myriam Martínez Iriarte

Las fiestas de Huesca, entre sol y sombra

16 de Agosto de 2022
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Comenzaron bien las fiestas de Huesca, sabedora de que este año tocaba currar de lo lindo, frente a los últimos años que había gozado de vacaciones en el mes de agosto. Debo confesar que me apetecía, porque poner en marcha un nuevo medio de comunicación es una aventura tan emocionante que no deseas perderte ni un solo segundo.

Empezó bien San Lorenzo, aunque regresé del lanzamiento del cohete con la ropa caladita de vino y el pelo pegado a la cara. Tenía mechones de varios centímetros de grosor y extraordinariamente consistentes. Imposible meter ahí el peine. Y cuando tienes una edad, no te miran con los mismos ojos que cuando tienes 18 ó 23 años. 

Así que, ahí iba yo, corriendo desde la plaza de la Catedral al Coso Alto, ante la mirada compasiva de algunos viandantes. Pobrecilla, ¡cómo va! Di que la mayoría iba a lo suyo y no tenía tiempo ni interés para fijarse en mi... o en mis zapatillas. Pude quedarme pegada al suelo en varias ocasiones.

Y fue un buen inicio, a pesar de que mi hijo regresó a casa sin su móvil y mi hija, sin la cartera. Creo que a algunos de sus amigos les pasó algo parecido. Pero, ya se sabe, las ciudades en fiestas suelen recibir muchos visitantes y, entre ellos, algunos amigos de lo ajeno, que se las saben todas. Hay que admitir que también hay quien se lo pone muy, muy fácil. Y no miro a nadie.

Aquel primer día, aunque yo no lo supe hasta el siguiente, se registró un abuso sexual y cinco chicas y un chico sintieron un pinchazo. No hay que minimizar estos últimos pensando que se trata solo de gamberradas. ¿Y si la aguja que va de cuerpo en cuerpo termina propagando alguna enfermedad? ¿Y qué pasa con el temor y la inseguridad que genera en los jóvenes este tipo de agresiones? ¿Y cómo puede ser que, obsesionados por este nuevo tipo de sucesos, un caso de abuso sexual pase a un segundo plano? 

Y conocimos después que se habían denunciado cuatro casos de violencia de género o doméstica y que las autoridades están contentas porque, al final, con tanta gente como había en San Lorenzo, el número de delitos o su gravedad no eran significativos. ¿Hacía falta expresar este triunfalismo? ¿Dónde está la empatía con las víctimas? La seguridad completa es imposible, por muchos medios que se pongan. Pero, ¿de verdad podemos estar tan satisfechos? En medio de unas buenas fiestas, yo sigo viendo sombras

 

 

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