Pocas estadísticas han suscitado tanto interés en los ambientes políticos y académicos de nuestra comunidad autónoma como el Índice Sintético de Desarrollo Territorial (ISDT). Este indicador, elaborado por el Observatorio Aragonés de Dinamización Demográfica, permite conocer de forma sencilla el nivel de desarrollo de las comarcas y municipios aragoneses a través del análisis de un gran número de variables territorializables. Para ello emplea una metodología que incluye estadísticas sobre la renta disponible, el acceso al medio natural, las infraestructuras o la cercanía a los ejes de comunicación más importantes, entre otras muchas, lo que permite dibujar una panorámica completa de la realidad territorial aragonesa.
El índice está encabezado por la comarca central, es decir, Zaragoza y su área metropolitana, y a continuación figura La Hoya de Huesca, la Jacetania, y así hasta siete comarcas del Alto Aragón entre las primeras diez del ranking regional. La clasificación que resulta del Índice Sintético de Desarrollo (ISDT) deja en buen lugar a las comarcas altoaragonesas en comparación con las del resto de la comunidad autónoma. Una ventaja que se repite, con leves matices, cada año en que se ha confeccionado este indicador. Este índice, junto a otras estadísticas y estudios económicos, viene a señalar la existencia de un mayor dinamismo en las comarcas situadas en la provincia de Huesca -al menos en una mayoría de ellas- lo que se traduce en una estructura social y económica más sólida y equilibrada que otros territorios de Aragón.
De todas las razones que pueden explicar esta disparidad en el desarrollo comarcal aragonés hay una que resulta fundamental y que no ha sido convenientemente estudiada desde el campo de la geografía humana o desde otros trabajos académicos: la existencia de una red de pequeñas ciudades repartidas por toda la geografía oscense. Forman parte de este grupo de ciudades las localidades de Monzón, Barbastro, Fraga, Jaca, Binéfar, Sabiñánigo, así como, Huesca. Estas poblaciones, de entre 10.000 y 20.000 habitantes – la capital provincial triplica estas cifras - juegan un papel fundamental en la articulación territorial de la provincia por cuanto ejercen de centros económicos y de servicios para la gran mayoría de los habitantes del Alto Aragón. Este esquema poblacional basado en pequeñas ciudades representa una de las pocas excepciones al modelo imperante de concentración de la población en grandes entornos urbanos que se viene produciendo en la mayoría de los países durante las últimas décadas, una dinámica que en el caso concreto de Aragón ha llevado a la comunidad autónoma a liderar todas las estadísticas de desequilibrios demográficos de España.
Este modelo de “microciudad” tiene una relevancia fundamental en el ámbito de la vertebración territorial ya que extiende su influencia al entorno rural más cercano. La proximidad de los pueblos al dinamismo económico y social de la ciudad, así como el acceso de sus habitantes a las infraestructuras públicas de éstas, favorece la existencia de un espacio urbano de características rurales. Esta singularidad es visible en muchas localidades del eje del Cinca, en el entorno de las ciudades de Jaca y Sabiñánigo, y en los pueblos situados alrededor de Huesca. En este sentido, el conjunto de interacciones sociales y económicas que se producen entre estas ciudades, y entre estas localidades y los pueblos circundantes, permite a todos sus residentes tener al alcance una mayor oferta laboral, un volumen más amplio de servicios de todo tipo y un mayor número de relaciones interpersonales, unos factores que en la actualidad son imprescindibles para asegurar la vitalidad social y demográfica de un territorio.
La consolidación reciente de esta red de pequeñas ciudades es la demostración fehaciente de que existe un camino intermedio entre la concentración masiva de la población en los entornos metropolitanos, en nuestro caso, el modelo de Zaragoza, y el espacio rural de pequeños pueblos de la mayoría del territorio aragonés. Este modelo exhibe, además, una resistencia al fenómeno de la despoblación muy superior al de otras “circunstancias territoriales” que se dan en otras provincias españolas, incluidas las aragonesas.
Las conclusiones que se deducen del Índice Sintético de Desarrollo (ISDT) indican que el modelo residencial altoaragonés conformado por ciudades de pequeña dimensión demuestra ser una organización eficaz a la hora de favorecer el desarrollo socioeconómico del territorio, combatir la despoblación y proporcionar altos estándares de calidad de vida para sus ciudadanos. Estas nuevas evidencias deberían alejarnos del fatalismo que impregna la cuestión rural en Aragón y en toda la España interior. Hay modelos territoriales alternativos y exitosos que desafían la tendencia a la concentración urbana y a la despoblación, siendo la provincia de Huesca, con sus pequeñas ciudades, el laboratorio vivo de esta innovación social.