Con gran esfuerzo personal la condición humana cumple obsesiones, levanta catedrales con el viento a favor.
Productos existen y se llevan a registros de una planificación que se debe a coyunturas económicas favorables, a relaciones personales que van a todo motor, a pasiones del momento como esquiar o practicar deportes de aventura cuando se tienen las rodillas sanas. Después hay que vender, hay que permutar, no se pueden ni subir las escaleras.
Así que todo se desmorona, la realidad recuerda que tenemos un bono de pernoctar en Aragón o España administrativo, de mayorista hotelera, sujeto a caducidad. Un día haremos el chequeo de salida dirección concesión administrativa, que no propiedad, en un campo santo. Los que vienen por detrás ya no los llenarán y sobrará espacio.
Se ocuparán de todos nosotros si así lo dejamos dicho y alguna empresa lo hace, argumento válido para los que tenéis como para los que no tenemos descendientes. Nos volverán a cobrar por otro servicio que no seremos conscientes de estar usando.
Uno más, como el servicio electoral. Sin pulsión, sin actitud, hemos terminado por ser apóstoles del voto útil, de la vida con franquicia poniendo una parte cada vez mayor.
Tenía que llegar a la vida pública la vida privada móvil en una furgoneta en que se pueda dormir y no pagar precios siderales por un derecho, sin roces por compartir su uso con nadie y equipada con un mínimo depósito con alcachofa para ducharse. Sensación de libertad que, da lo mismo ingresos, cada vez más personal anhela tener y ejecuta.
Y adelante, sin saber dónde parar… España entre todos, pero así, decidiendo retirarse de coincidir con ellos… haciendo lo que a ti sí te importa, sobre lo que nadie te pregunta a riesgos de que respondas… Es por mí, no lo hago por ti, lo hago para separarme y que tengas la libertad de no aguantarme… No voy a plantar cara, ni a defender Cataluña hasta que no me digan qué es.
Es campaña electoral, se les escucha otra vez hablar de esperanza, confrontar la bandera de España contra la arcoíris –que así reconocen que portarían entonces ciudadanos del mundo-, decir que unos u otros van a representar mejor al “hotel de paso Aragón” en la estación de destino “Madrid”, parece que permanente.
Y que qué pereza dejar atrás el paisaje desordenado, no como en Francia, pero en algunas esquinas bonito de algún valle del Pirineo o del altiplano de Teruel. Salir del entorno propio que tanto soban los de Le Pen en Francia, idealizando lo rural. Aquí parece ser que es una querencia de izquierdas.
Si Aragón es atractivo en términos de márquetin de deportes de aventura, entonces cómo vamos a pensar que morirá.
Si es que España existe, rojigualda o plurinación, y le debemos tanto los patriotas, será que no nos podemos comportar como ciudadanos del mundo declarando beneficios en las Islas Cíes, futuro paraíso fiscal.
Toda decepción no deja volver al pasado ni existe esperanza. Ni la sociedad republicana educada plurinacional se materializó ni que retorne el orden, que se discipline o regule la inmigración con bemoles, que se supriman las comunidades autónomas hace retornar la historia a la entelequia de que un territorio grande escriturado lo sea grande y libre.
Empate técnico. Candidato siempre gallego o a ganar tiempo para la reconquista de derechos sociales amagados utilizando terminología del adversario.
Justificación siempre de la desigualdad, del fuego amigo, de no apoyar abiertamente los derechos de Tíbet porque China tiene tu deuda, por el bien superior de garantizar la propiedad y la seguridad pública.
Es que vende contaminar pero con los beneficios comprar un trozo de selva para preservarla de su desarrollo.
En aras de preservar la justicia, no pidas perdón por una sentencia injusta porque el sistema es que no se puede permitir su descrédito. Ojalá no te toque a ti, y el que sea que gane el 23 no ya que te lo arregle, sino que lo que sea te lo mantenga.
Será que sabes que no.