Todos recordamos la revolución que supuso como creo que ahora se dice CEO de General Motors de un ingeniero vizcaíno, aquel José Ignacio de Arriortúa que pasó por nuestras vidas como un ciclón, poniendo en otro sitio el clasismo y el punto de atención en los máster.
Dado que los hijos de los obreros de los barrios habíamos llegado a la Universidad como no pasó en la Segunda República en que el peso del discurso rojo lo tuvo una 'gauche' entonces por obligación divina y lo demás fue pasto de una CNT bienintencionada pero al servicio de no representados, jornaleros e iletrados, había que sacar los ejecutivos de otro sitio, de casa buena que pudiera pagar la formación que british distingue.
Ni Yolanda Díaz ni simples profesores titulares como Pablo Iglesias hubieran tenido ninguna opción de liderazgo ni en la Segunda República ni cuando entronizamos al ingeniero vasco, todo lo más si hubieran advenido como comisarios políticos. En la derecha, florido discurso como Romanones o a calentar las falanges, vale para los actuales herederos de tercera generación, 3.0, que por lo que sea no necesitan tanto palique ni florido pensil para llegar.
Arriortúa venía de evolucionar a industrias automovilísticas maduras en pérdidas como GM y Volkswagen –los coches del pueblo, diseñados a veces por Hitler- y se plantó como rey de la capacidad y la competitividad en Figueruelas, modo Luis XIV. Cuando él hablaba o actuaba subía el pan, el precio del asiento de Corsa y las acciones de las empresas de camiones con parte de nombre Marco, razón social: Pedrola.
Qué hacen hoy las plataformas de venta chinas o americanas, las segundas fuertemente implantadas en Aragón e interés general por crear taaaaaanto empleo pero que tienen las naves más robotizadas que los gallegos de la ropa: lo mismo.
En el fondo, comprometerse a repartirte en un día, el siguiente y no en veinticuatro horas, cualquiera de esas necesidades que sabes que al 90% no necesitas y te están y te estás creando.
Pero para eso hay que adjetivar el verbo o el servicio: “Superlópez”, que había vivido en Detroit, lo hacía con fruición, chulería y donosura.
Se instalaron los barbarismos que denunciaba en sus artículos Javier Marías, excelente filólogo inglés, pero que no son más que vender humo en cortinas.
Cómo vamos a invocar la resiliencia si vivimos en el mundo del gin tonic Premium, del pase VIP, del macrofestival –siempre con las mismas bandas, tú lo sabías, yo lo sabía…-, o del master celebrity -¿no son los primeros quiénes las crean?-, el share del concurso con respuestas de vergüenza ajena pero al rojo vivo, el turismo de las sensaciones que si “slow drive”, el bocata de toda la vida del Serlos hoy XXL, el après ski -que también el francés reina- para seguir gastando otros 200 euros pero allí va un esclavo de atender a los demás que es un JTV (de Jaca de Toda la Vida)…
Y cómo no, el almuerzo que hoy es brunch pero con el colestol mejor camuflado; merendar cambiando un moscatel por un bloody mary que si son varios se llama tardeo; quedando solo el vermú o ir a comer como rescoldo. Lo siguiente será ir de onigiris y comer en un chino y las papas bravas solo fritas son grasuza de viejoven y están Franco mente demodés.
Los falsos servicios bancarios o de seguros se despachan robotizados con una encuesta de satisfacción tras agotamiento –siempre el final feliz tiene que estar-; pedimos esfuerzo a los dulces infantes, cuando cualquier suministro deportivo o escolar se despacha en un día; es imposible la revolución verde del automóvil por la saturación que se produciría en el mercado de baterías –evolución nada verde y con residuos- y el Salar de Uyuní ya podéis correr a verlo, como el frente de Jersón o la liquidación del glaciar Perito Moreno o del nevero de Monte Perdido.
La España vaciada, los barrios dormitorio, las urbanizaciones con pista de padel, los gimnasios low cost en horas bajas, las cervezas a cuatro flores, las mermeladas artesanas menos de la fruta que hay en ese pueblo, la sal de Remolinos pero que es de gema, la espuma de los días de queso encima de simples patatas cocidas, el guiso lento que se ha perdido como reivindicación…
Sí, Javier Marías debajo de la piedra donde yagas, estas expresiones vacías de contenido pero que expresan clasismo de luxe e impuestas en la vida de los mileuristas, después se quedan en el diccionario.
Quien no tenga perro es sospechoso de no urbanidad; quien no sea profeta y no apele a la casta y las bases, antes a la solidaridad interesada si revierte en ti mismo, no sube en las opciones contrarias; quien no se declare de extremo centro no puede ir a la vez al funeral de Labordeta y proponer una calle para San Josemaría del nombre junto de Barbastro.
Arriortúa terminó como el yonqui del dinero: se pegó una hostia con el coche no eléctrico que sería o no a toda potencia de combustión -y seguro que mejor de los que recetaba- y se retiró porque pudo, también porque supo o le obligaron los pleitos cerrados con mediación por todo lo que seguro que sabía, del mundanal ruido de motores.
Él se lo podía permitir pero dejó a su atilano paso una imborrable herencia de hierba que no crecía. Al administrar una única receta que fue la que cualquier joven de 40 años abajo tiene interiorizada como post verdad: que el mundo consiste en ajustar precios y crear un sistema de suministradores a los que se puede siempre apretar más faltando a la palabra. Método utilizado para hacerlo con los productores de las marcas blancas agroalimentarias, al tener sus empleados menos derechos. Llamémoslo competir contra la Japón de los 90 o la china de hoy, “a escala global” o que una tienda de barrio solo pueda ponerte la borraja a 3 euros el kilo.
La garnacha es de viticultura heroica o nada (alguna de las primeras seguro que las riegan); el pan si no es de masa madre, qué; todo dios que entre a trabajar fichando produce; las bajas y ausencias por conciliación deben pedirse hasta sin causa o se cerrará el grifo para cuando haga falta; las manzanas y naranjas se enceran como los quesos; se respetan los datos protegidos por los técnicos porque a los políticos es que nuuuuunca les interesa hurgar en la debilidad para exigir el voto (revertir el servilismo de que les hayan puesto y pasar de debe a haber)…
Qué perro ha exigido su bienestar animal, qué sierra pelada el interés general, qué vecino una celebración de Halloween de no quedarse atrás del barrio de enfrente.
En el mundo hay gente bruta y astuta… pero, pero, pero, no hay nadie como tú… (¿o sí, Dolly?)