Hoy es 3 de mayo, Día Internacional de la Libertad de Prensa. Hoy recordamos que todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión, un derecho que incluye no ser molestado a causa de las opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión. Así queda recogido en el Artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Es evidente que este derecho está lejos de ser una realidad, según datos de Reporteros sin Fronteras, en pleno siglo XXI, casi la mitad de la población mundial aún no tiene acceso a información libre. Quizá por ello, hoy más que nunca es necesario defender la libertad de prensa y la independencia de los medios de comunicación y llamar la atención sobre la arriesgada labor de quienes ejercen esta importante labor de informar.
Gobiernos de todo el mundo restringen la libertad de expresión e información, aumentan la censura sobre la prensa, la radio y la televisión, limitan gravemente la libre expresión de ideas y la difusión de noticias.
Además, las redes sociales, blogs y páginas webs, que han servido como herramientas para profesionales y no profesionales para evitar la censura; son objeto de control por países que bloquean el acceso a Internet, cortan las redes de telefonía móvil, o usan programas espía como Pegasus para acceder a información privada.
Y, un año más, los datos no mejoran, más bien al contrario: a finales de 2022 más de 533 periodistas están en prisión por ejercer su profesión; un 13,4% más que en 2021; tampoco se habían registrado nunca un número tan elevado de mujeres periodistas en prisión (más de 78) lo que supone un aumento histórico de en torno al 30%, respecto al año pasado. Las periodistas representan ya cerca del 15% de todos los encarcelados, frente al 7%, hace cinco años.
En todas las regiones y continentes del mundo hay países donde ejercer el periodismo es una labor de riesgo. En América, México vivió el año más mortífero de su historia para la prensa: al menos 13 periodistas fueron víctimas de homicidio.
En África Subsahariana, países como Sudán, Uganda, Ghana, Malí, Nigeria, Somalia y Tanzania suspendieron o cerraron medios de comunicación por publicar contenidos que se consideraron críticos o desfavorables para el gobierno.
En Asia, China, Hong Kong, India, Afganistan y Filipinas el ejercicio del periodismo se enfrenta cada vez a más restricciones para informar, incluidas detención arbitraria, reclusión ilegítima y tortura.
En Oriente Medio y el Norte de África, las autoridades censuran y silencian a periodistas, que son objeto de detención arbitraria, enjuiciamientos penales infundados, juicios sin garantías, encarcelamiento, prohibiciones de viajar, amenazas y otras formas de hostigamiento. Argelia, Egipto, Marruecos, Irán y Pakistan son tristes ejemplos de ello.
Y Europa no es una excepción, la invasión de Ucrania por parte de Rusia nos ha mostrado hasta qué punto los profesionales del periodismo se enfrentan a amenazas, hostigamiento, encarcelamientos y condenas muy severas por informar del conflicto, algo que se ha convertido en una misión tremendamente peligrosa.
También en Europa tenemos dos casos muy preocupantes de periodistas cuyos derechos se están vulnerando de forma muy grave: por un lado Pablo Gonzalez, periodista español que lleva encarcelado desde febrero de 2022 en Polonia. Acusado de espionaje, detenido en régimen de aislamiento, no se le permite contacto directo y regular con su familia, ni siquiera por teléfono.
Y por otro lado el caso de Julian Assange, privado de libertad desde junio de 2012, que desde 2019 está encarcelado en Reino Unido, pendiente de resolver su extradición a Estados Unidos. Se enfrenta a una petición de condena de 175 años de cárcel, por divulgación de documentos secretos.
El caso Assange nos muestra la inseguridad a la que se exponen los periodistas por contar la verdad. Nos muestra también como la idea de “matar al mensajero” sigue plenamente vigente. Assange y Wikileaks denunciaron con cientos de pruebas las atrocidades cometidas por el ejército de EEUU. Las personas que autorizaron y ejecutaron esas atrocidades siguen libres y en sus puestos, y Assange lleva más de 10 años privado de libertad.
Recientemente hemos conocido que la CIA consideró seriamente la posibilidad de secuestrar o, directamente, asesinar a Assange mientras estaba refugiado en la embajada de Ecuador. Las últimas noticias hablan de un Julian Assange terriblemente debilitado física y mentalmente.
Es necesario defender la libertad de prensa y la independencia de los medios de comunicación, que seamos conscientes de la importancia de una prensa libre, veraz y no manipulada, y levantemos la voz en favor de quienes son perseguidos por informar.