Llevaba tiempo sin visitar la ciudad. La maldita pandemia nos rompió el corazón y alteró el ritmo habitual de nuestras agendas. Con el retorno a la normalidad, vamos recuperando vida, actividad y las costumbres más sagradas. Y viajar a mi querida Huesca siempre ha sido una de las primeras opciones de mi guión vital.
El pasado fin de semana aproveché la ocasión para asistir, como abonado del club y socio de la peña de Barcelona, al primer encuentro de peñas de la SD Huesca. El Palacio de Congresos acogió una reunión de cerca de quinientos seguidores del club con idéntica pasión por unos colores, una entidad y el orgullo de una gran provincia. Se aprovechó el momento para rendir homenaje y gratitud a los primeros jugadores que defendieron el escudo de la entidad en el legendario e histórico 1960, año de fundación la SD Huesca. La de Barcelona, con 40 socios desplazados, fue la peña más numerosa, entre las llegadas de fuera de la ciudad o de la provincia. Puro sentimiento Altoaragonés.
Brindamos por el presente y el futuro, compartimos charla con oscenses llegados de distintos puntos geográficos, recordamos a los que ya no están entre nosotros, bailamos, cantamos el himno…”Es el Huesca un club de fútbol con solera en Aragón….” nos conjuramos para no reblar jamás y, tras dar buena cuenta de una suculenta paella, la charanga “Chilindrón” nos abrió paso, camino del ALCORAZ.
Lástima que tan grata jornada no pudiera rubricarse con el triunfo del equipo, ante el Racing. Aun así, otra portería a cero, nueva jornada invictos, que ya son ocho, y un puntito más en la tabla. Seguimos confiando en el equipo y en el actual cuerpo técnico y confiamos en una temporada positiva y feliz para nuestros intereses. Fieles siempre, sin reblar.
Viajar a Huesca es reencontrarte con grandes amigos, pasear por el Parque o por el Coso… Coso arriba, Coso abajo. Es tomar una cerveza en unas terrazas abarrotadas y disfrutar de una gastronomía de primerísimo nivel. Pocas ciudades pueden presumir de tan buena oferta y calidad culinaria. Como suelo hacer de forma devota, año tras año, compré algún décimo de lotería de Navidad, de los que jamás tocan, aunque el gordo inunde de millones la ciudad o la provincia. Y, tras el partido y el empate a cero, carretera y manta camino de Barcelona.
Han pasado sólo tres días y el cuerpo ya me pide, con unas ganas locas, volver a mi Huesqueta del alma para respirar su magia. No tengo remedio.