¡Matemos al autónomo!

Miembro de la Asociación Española de Derecho y Economía
01 de Septiembre de 2024
José Torres Remírez.

Hay que proponer a la Real Academia Española que en la definición de autónomo incluya la siguiente acepción:

  • Agente económico que es el sustento de una economía, pero que es vilmente saqueado en tiempos de crisis por todos los políticos, olvidado en tiempos de bonanza y engañado en todas las campañas electorales.

Puede parecer que exagero con respecto a mis palabras, pero gracias a una noticia facilitada por un amigo, me he dado cuenta de que, de verdad, la clase política va a por el autónomo.

Según la Ley “Crea y Crece” aprobada con los votos a favor de todos los partidos políticos, exceptuando VOX que se abstuvo y la CUP que votó en contra, los autónomos no podrán realizar facturas en EXCEL ni en formato WORD o PDF.

Sé lo que están pensando ¿y es esto tan grave? Sólo han coartado la libertad de todos los empresarios a escoger el formato en que hagan sus facturas. El Gobierno obligará a que tengan la factura electrónica, y aunque aún no ha dado el paso de imponer un programa informático, les puedo asegurar que la gran mayoría son de pago.

En otras palabras, el autónomo que facturaba a través de programas tan sencillos como son los mencionados ahora tendrá que localizar otro y aprender a manejarlo. Eso es un coste de tiempo totalmente innecesario. Tiempo que el autónomo necesita para sacar adelante su negocio, no para cumplir requisitos inútiles que le impone la clase política.

Lo más sangrante es comprobar a quién afecta esta medida. Cualquiera que esté en el mundo empresarial (ese mundo que la mayoría de diputados desconocen) sabe que las empresas, cuando son un poco grandes, tienen sus propios programas informáticos para las facturas y la contabilidad. Por lo que son las empresas más pequeñas las que lo sufrirán. Aquellas de toda la vida que mantienen el alma a nuestros barrios y anclan población en el mundo rural. Por lo que añadir esta regulación ayudará a que muchas de estas pequeñas empresas tomen esa difícil decisión de bajar la persiana.

A la par que un puñado de empresas cierren, un número nada desdeñable de personas que estén decidiendo emprender, al ver una traba más, escogerán no arriesgarse.

Cuán fácil es destruir tejido productivo. Una decisión que en un principio puede parecer inofensiva, pero que sólo supone costes para las empresas. Tanto directos (el programa informático) como indirectos (aprender a usar el programa).

Por cierto, en la misma Ley en que se introdujo esta genialidad, también mencionan que se luchará contra la morosidad de pago entre empresas. Y me permito señalar que son las administraciones públicas quienes más se demoran a la hora de pagar, pero de eso la ley no dice nada

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