Antes de entrar en el cuerpo de este este artículo me referiré a los presupuestos antropológicos que sostienen su argumentación, basados en la ley natural. Como explica Francisco José Delgado en su blog Más duro que el pedernal, si no presentamos las bases en que fundamentamos nuestras ideas, es difícil hacernos entender:
-El ser humano es una unidad de cuerpo y alma, un alma espiritual que es creada por Dios inmediatamente a la acción procreadora de los padres. Esta particularidad hace que la concepción humana no pueda tratarse como la concepción de cualquier otro animal o de una planta, sino que está sujeta a un respeto especial y debe ser fruto del amor y el compromiso entre hombre y mujer.
-La vida humana, como la biología ha demostrado, comienza desde la concepción, es decir, desde la unión en una nueva célula embrionaria de los gametos humanos: el óvulo y el espermatozoide. Un embrión humano es, biológicamente, un individuo de la especie humana, un ser humano.
-No todo lo técnicamente posible es moralmente bueno.
Si no se comparten estos principios es lógico que se discrepe de las argumentaciones que siguen o que se desestime continuar la lectura. Seguiré adelante por si estas líneas pudieran ser de interés a quien no tenga todavía al respecto un criterio definido, o simplemente sienta curiosidad.
En la llamada gestación subrogada una mujer gesta en su útero un embrión que ha sido producido mediante fecundación in vitro en un laboratorio, con el compromiso de entregar el niño a los contratantes en las condiciones pactadas y recibiendo, o no, un pago por el servicio de gestar al niño.
Es muy importante recordar que siempre se produce el bebé mediante fecundación in vitro y que esta práctica, hoy día muy aceptada, presenta graves inconvenientes morales, ya que requiere la donación de óvulos y espermatozoides que, después de almacenados, se utilizan para crear en el laboratorio embriones, muchos de los cuales, después de los controles de calidad, pueden ser destruidos. Algunos de los embriones considerados “aptos” son transferidos al útero de la mujer y otros son congelados para posibles futuros intentos, o permanecerán indefinidamente en las cámaras, violando así su dignidad, ya que los embriones, también los desechados o congelados, son seres humanos de pleno derecho. Entre los transferidos también se hacen abortos selectivos, hasta obtener el o los deseados. Es una gestación a la carta, en la que se provocan muchos abortos. Además, en la gestación subrogada habitualmente el material genético no es de quienes serán los padres, lo cual añade otro daño, el de hurtar al niño su derecho a saber quiénes son sus padres biológicos.
Y es que un hijo no es un derecho, ni un capricho, ni la satisfacción de un justo deseo o de un vacío afectivo. El derecho a tener un hijo no existe; un hijo es un regalo, un don inestimable que los padres nunca nos cansaremos de agradecer. Es el niño quien tiene derecho a tener un padre y una madre unidos en amor estable y a ser concebido por un acto natural de amor en lugar de ser fabricado por un proceso tecnológico. Como nos dice C.S. Lewis en su obra La abolición del hombre, con estas prácticas el dominio del hombre sobre la naturaleza, se convierte en un dominio del hombre sobre el hombre.
Es muy comprensible el dolor de unos padres que se ven privados de la capacidad procreativa (la adopción puede ser una alternativa) pero nuestra capacidad de amar y de fecundidad se puede manifestar en innumerables ámbitos y formas. Es posible dejarse abrazar y volcarse en otros amores que también pueden llenar la vida.
A nuestro abanico de políticos de todos los colores, que estos días se ha pronunciado sobre el tema que nos ocupa, el argumento expuesto arriba –que es el de mayor carga bioética- no interesa. Los detractores y feministas se oponen a esta técnica porque conlleva la compra del cuerpo de una mujer (el niño ni se nombra), la cual, además, es sujeto de tremenda violencia al separarla del hijo que ha gestado y con el que ha establecido estrechísimos lazos. Decididamente también compartimos estos argumentos, que denuncian la cosificación de la mujer. Y es que el negocio, sí negocio, de los bebés es muy real. En Estados Unidos, en los últimos diez años, alrededor de 5.000 bebés han nacido al año por esta técnica. El sector mundial de la gestación subrogada alcanzaba unos 14.000 millones de dólares en 2022, según la consultora Global Market Insights. Una industria pujante. Pero…¡cuidado!, es especialmente destacable que lo que se compra y vende es una vida humana que ha sido fabricada a tal efecto, persiguiendo estándares de calidad.
La clave siempre estará en buscar el bien del niño, preservar sus derechos y su dignidad, por encima del deseo de los aspirantes a padres. Lo contrario deshumaniza y oprime. Estemos seguros de que a medida que el niño se convierte en un objeto, la mujer se convierte en víctima.