Mediocridad y liderazgo

Psicóloga
03 de Noviembre de 2024

Hay momentos para vivir y sentir y otros para escribir; este fin de semana estoy viviendo y sintiendo, pero necesito también escribir y compartir. No quiero añadir mucho más de lo que se está hablando y escribiendo en las  redes y en las fuentes de información (o desinformación en algunos casos) sobre la situación que se está viviendo en Valencia. Creo que ya se está diciendo todo y mucho sobre el gran malestar y enfado que muchos tenemos con la gestión de esta crisis y que se une a la empatía provocada al mismo tiempo al ver el sufrimiento ajeno y la gran solidaridad despertada en las personas de bien, con corazón que les late en el pecho. 

Y es que es en ellos en los que me quiero centrar y señalar, y en lo que una toma de decisiones ágil y sin pedir permiso puede ocasionar. Mientras quienes tienen que gestionar y liderar se han visto envueltos en unos procesos burocráticos e intereses particulares de sillón (nada nuevo bajo el sol)  provocado seguramente muchos más daños, no sólo físicos sino también morales, muchas personas se echaron a la calle, a recorrer kilómetros andando, con mochilas llenas de agua y rastrillos, a socorrer a quienes en esos primeros días clave no han sido socorridos ni atendidos; esos agricultores que, con sus tractores, se metieron en los pueblos a ayudar a sacar escombros y arrastrar coches; esos ciudadanos, también de las fuerzas de seguridad que sin permiso y sin uniforme esperando ordenes, actuaron;  y esas empresas que desde distintos puntos se movilizaron para mitigar la sed, el hambre y la angustia de quienes sufrían y sufren.

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Todos aquellos que simplemente actuaron, sin pensarlo, sin pedir permiso y sólo movidos por la necesidad imperiosa de actuar y tomar decisiones rápidas; esas personas que estoy segura han salvado muchas vidas por su acción, mientras otros todavía están analizando sobre el papel cómo hacerlo y pensando cómo librarse de la responsabilidad, justificando lo injustificable, echando balones fuera, para terminar culpando a las propias víctimas, al "cambio climático" y a esos voluntarios que estuvieron donde no estaba nadie. Me suena, no es diferente a otras situaciones que se viven en las organizaciones pero que ahora no vienen al caso, pero que me llevan a este escrito. 

El poder es responsabilidad y la legitimidad del poder debería pasar por merecerlo. El liderazgo de cualquier órgano requiere de capacidad de gestión, de reacción ante lo imprevisible; lo previsible es fácil para cualquiera y mucho más en la era digital. Un líder se mide en cómo reacciona ante lo que no tenía previsto, a su capacidad de acción-reacción en la crisis, en los momentos de las decisiones complejas que requieren de rapidez y de inmediatez, a riesgo de equivocarse. Quien no hace nada no se equivoca y la posibilidad de equivocarse también entra en juego en las decisiones rápidas sin todos los datos en la mano; eso, también es liderazgo. Asumir las responsabilidades es asumir esas posibilidades y reducir el riesgo de equivocarse es tener el Conocimiento y la Capacidad para poder hacerlo.  

La Psicología es clara cuando de tiempos hablamos; la mente, así como la vida, no espera pero sí desespera. Cuando un refuerzo no llega a tiempo, es ineficaz; cuando un abrazo es a destiempo y fingido, no es eficaz; cuando el sufrimiento se sostiene en el tiempo, es difícil darle la vuelta a sus consecuencias a una ayuda tardía.

Los equipos de intervención en crisis lo saben. Yo misma lo aprendí en aquella catástrofe de la inundación de Biescas del 96, cuando el Colegio Oficial de Psicólogos hizo un llamamiento a los profesionales y allí acudí, sin saber lo que iba a enfrentar, como otros muchos. Nunca sabremos lo que hicimos, porque no sabíamos siquiera si lo estábamos haciendo bien, simplemente no sabíamos nada de cómo actuar; nadie nos había formado. Pero sí en aquel momento alguien cogió el control, el timón y nos guió.  Y se aprendió de ello; tras esa experiencia se montaron formaciones y equipos para las intervenciones en crisis. Cuando quien tiene la competencia no está, cualquier ayuda sirve; ante la falta de excavadoras, cientos de palas y escobas sirven; cuando quien sabe cómo actuar no tiene permiso para actuar, cualquier ayuda sirve. Y decir que estorban cuando se llega tarde no es la mejor opción, sobre todo cuando nadie coge el timón. 

Cuando el mérito, la capacidad y el conocimiento así como la Ciencia en su gran contexto brillan por ausencia en muchos organismos en los que la dedocracia, la incompetencia, los intereses particulares y, en suma, la mediocridad, es la que dirige los destinos de organizaciones y Gobiernos, una sociedad condenada al caos y al abismo es el resultado. Y, sin embargo, en ese caos, en esa mediocridad, siempre hay una luz que surge en la verdadera empatía, en los principios, en los valores y en la humanidad de esos seres humanos que, simplemente, actúan. 

Y una vez que se actúa cuando nadie está, dejar hacerlo a los técnicos,  a esos profesionales que están preparados; y no son precisamente quienes sólo tienen experiencia en dirigir campañas electorales. La meritocracia, el Conocimiento, la Inteligencia, la Sabiduría y el Humanismo tienen que hacerse hueco en nuestros gestores, en nuestras organizaciones y en los políticos que nos representan y deberían servir a la sociedad;  en nuestros líderes que, al menos tengan mínimos criterios y sepan en quién confiar y de quién asesorarse, pero sobre todo quieran servir a los ciudadanos. Simplemente no se puede gestionar, no se puede liderar lo que no se conoce o no se quiere conocer.

Mis más sinceras condolencias y apoyo a las víctimas, mi gratitud a todas esas personas que han actuado y que me devuelven la confianza en el ser humano... Y mi mayor enfado y sentimiento de impotencia  e indefensión ante la mediocridad, la incompetencia, el interés y la falsa humanidad y empatía a quien corresponda, que son muchos.

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