En tiempos de inicio de año, no está mal preguntarse sobre buenos deseos. Y qué menos que cuestionarse sobre la paz en el mundo. ¿Protesta alguien contra la guerra? pregunto recordando las campañas del “No a la guerra”, que tanto juego dieron en la calle y en las militancias del pacifismo establecido y de izquierda. Pasó la guerra de Siria, una vergüenza descomunal, masacrando ciudades enteras, como Alepo y otras, y nadie se inmutó. Parece como si la opinión publicada estuviera de vacaciones, caracterizada por su poco rigor informativo, dicho sea, con el debido respeto a la sensible piel de la sufrida profesión, que pelea contra el tiempo diariamente y hace lo que puede en estos tiempos de titulares de móvil para el personal que así se tiene por informado.
Ha venido la guerra de la invasión de Ucrania, el previsto paseo militar de Putin, psicópata de todas las Rusias, y la calle no se ha alterado para nada. Alguna izquierda atisbó culpar a la OTAN, que por lo que se puede ver, no ha disparado un solo tiro, y a la que no por casualidad se aferran todos los estados cercanos al conflicto.
Pero para la calle, el “No a la guerra” está enterrado y silenciado. Los servicios de información funcionan bien, y hay escribidores que disparan según conviene. Nadie chista, nada se mueve. Basta tener presente los contactos habidos entre las instancias de poder de Rusia y los golpistas del separatismo catalán del entorno del expresidente fugado a Bélgica en el capó de un coche, para saber que la información política funciona.
El “no a la guerra” se recordará como algo que ya pasó. La protesta en la calle no existe, ni para gritar la paz, ni para ningún acto simbólico de repulsa de la situación creada. Manifiesto toda mi ingenuidad. Europa parece cansada, y cansada de haberse conocido, pero Ucrania resiste, la guerra acumula muertes y destrucción, cada vez en aumento y la cosa pinta para largo.
Contento debe estar Putin de lo que lo van a querer en la Ucrania que se quería anexar, si se ha dedicado y sigue en lanzar tormentas de drones seguidas de potentes misiles a ciudades y a centros y equipamientos ciudadanos, como las estaciones eléctricas y demás servicios. Además de guerra, el castigo sin energía y con todos los destrozos posibles. Si quería la gran Rusia, como Catalina la grande, la va teniendo, pero le está respondiendo el personal. Y en la propia Rusia no admite que nadie le chiste, ni le diga nada, que para eso la población está atenazada y atemorizada, incluso con duras penas de prisión u otras condenas.
Basta tener presente cuales son los países que apoyan los actos del sátrapa ruso, para hacerse una idea de que es lo que sucede realmente. Que nadie se llame a engaño. España debe colaborar como lo hace con la Unión europea, para defender a Ucrania y para trabajar por una solución que ponga fin al litigio, con la retirada de las tropas rusas.
Es cierto que hay una veintena más de conflictos armados en el mundo, pero no veo que nadie chiste demasiado por la paz en Ucrania, al menos en España, y por otro lado, hay un lógico miedo a que el conflicto se estabilice y se extienda y a que la opinión se sature y canse del conflicto.
Ahora el mundo va resultando cada vez más pequeño, más comunicado y más cercano. Ucrania es un ejemplo de valor y resistencia frente a una agresión imperialista, pero pregunto si alguien sale a la calle con el cartelito de “No a la guerra”, como no sucedió tampoco con la de Siria, para regodeo del cinismo y de la coherencia, e incluso de las ideologías.
Estamos en una noche oscura del mundo, demasiado oscura, donde la guerra, la pobreza, la miseria campan y aumentan televisadas, en su caso, a pesar de palabras, organismos, acuerdos, declaraciones y demás muestras e intentos de resolución, que muchas veces lindan claramente con la inutilidad, al menos en apariencia. El pacifismo no va a resolver nada, es un arma más en la guerra de información, y el rearme es una carga de defensa más de la situación bélica creada, que, desde luego, no resulta agradable. Pero no hay que olvidar que el origen unilateral del conflicto ha sido el ataque del ejército de Putin, el gran jefe de la KGB soviética, que ejerce con mano de hierro su dictadura. Si digo unilateral, digo lo cierto: el que empieza, debe acabar y retirarse, para no aumentar el daño que sigue haciendo.