Días atrás todos los medios de comunicación recordaban el quinto aniversario de la orden del confinamiento. Anécdota importante, bueno es recordar para aprender, pero no es justo que nos quedemos sin más en esa fecha.
Nuevamente estamos en 28 de marzo, “Día en recuerdo de los Médicos fallecidos en activo víctimas del COVID”, y muchos de nosotros no olvidamos lo que pasó. Si se eligió este 28 es por ser la fecha en que falleció Sara Bravo, Médica del Centro de Salud de Mota del Cuervo (Cuenca). Quinto aniversario también. Tenía 28 años y todo lo que había hecho en su vida era prepararse para ser Médico. Bien joven lo consiguió y empezaba su ilusionada labor hacia los demás.
Al principio de la pandemia, agotada tras una larga jornada, sin descanso, le llamaron nuevamente del Centro para cubrir la baja de un compañero, y ahí, sin equipo de protección individual, con bolsas de basura como única protección, estuvo atendiendo a pacientes positivos, sin miedo al asma que ella misma padecía, y contrajo el virus. Por ser la más joven de todos los fallecidos, se eligió esta fecha.
Casi todos la han olvidado, igual que han olvidado a los otros 125 compañeros que fallecieron que igualmente tenían, todos, cada uno, una historia de servicio a la comunidad, a las personas, a los pacientes.
No nos olvidemos de ellos, ni de sus familias que aceptaron ese sacrificio por respeto a lo que es la profesión médica: el paciente ante todo a pesar de los riesgos. Quizás un día lleguemos a saber por qué no tuvieron esos EPI que pudieran haber salvado a alguno de ellos. Sería bonito saberlo, aunque no solucione el drama.
Por ello, mientras tanto, un recuerdo ya no solo hacia estos médicos, sino hacia todos los fallecidos, ancianos y jóvenes, negros y blancos, mujeres y hombres, para que, tal como decía al principio, aprendamos para el futuro.
¿Sabremos hacerlo todos unidos? Que sea por ellos.