Otra afrenta para Huesca: el monumento al miliciano Orwell

20 de Mayo de 2024

210 días de bombardeos, 118 oscenses muertos, 212 oscenses  heridos; 17 edificios de Huesca  completamente destruidos, 966 parcialmente destruidos… y más…, pero para otra ocasión.  De la chusma que causó este desastre participó el miliciano Orwell que quiso entrar en Huesca y no pudo. También él  se quedó con las ganas. Él y  todos sus camaradas lo único que hicieron fue poner en evidencia que esta ciudad el 25 de marzo de 1938 fue victoriosa, porque había sido heroica, permaneciendo leal a unos principios que no eran los de los rojos, que  lo único que tenían claro era que no había más libertad que la que ellos concebían después de depurar a los discordantes.

Orwell vino a Huesca y alrededores en función de lo que le indicaron los amigotes que eligió. Estuvo unos meses, solo unos meses, porque en cuanto fue herido salió por peteneras poniendo sus pies en polvorosa. A la vista de su experiencia en Huesca y alrededores,  renegó del anarquismo y comunismo, y acabó traicionado a los suyos llegando a delatarlos. De sus cuitas amorosas en el ámbito  privado que hablen sus biógrafos. De sus excelencias literarias y acertados pronósticos de futuro, ya se han encargado otros.

La ley o leyes de Memoria Democrática son  ignominiosas e inicuas. Ignominiosas porque, lo hemos visto en Huesca, han permitido borrar nombres de personas que conocimos, y que hicieron lo que buenamente pudieron en circunstancias difíciles, no mereciendo ese desprecio, e inicuas porque tanto la ley estatal como la que se aprobó en Aragón, marcan como inicio de la Memoria  el 18 de Julio de 1936, pretendiendo hacer creer que hasta entonces todo era paz y gloria. En febrero de 1936 hubo unas elecciones que fueron fraudulentas y permitieron a Azaña mantenerse  en el poder.

A partir de entonces aparecieron las checas, cuya pedagogía para reconducir a los díscolos fue tortura y muerte. Se formó el Frente popular con conglomerado de partidos que, paradójicamente, es igual al que  actualmente forman las izquierdas. Entre ellos el PSOE histórico reprocha a los del otro bando que no actuaran en conciencia negando colaboración al dictador. Esto es su  pretexto para eliminar sus nombres  en las calles. El mismo partido hoy persigue y castiga a quienes, siguiendo su conciencia, no votan o voten lo que, impuesto,   conviene a su colectivo.  Esta manipulación de la identidad personal ya mereció reproche a la iglesia. Es lo mismo pero con diferente bozal.

El descoco de quienes no aceptan las cosas como fueron y pretenden desmerecer los errores de sus precursores resulta desmesurado hasta la vergüenza ajena. Son los que en fachadas y monumentos  han hecho borrar los nombres de todos los asesinados por las milicias republicanas y quieres están intentando  eliminar  en el parque el monumento a la liberación de Huesca, o al menos enmascarándolo progresivamente. Ese monumento  precisamente conmemora el fracaso de quienes atrincherados en las lomas de la ciudad, como Orwell, no pudieron con Huesca, por eso, lo diga quien lo diga,  y pese a quien pese, Huesca es frente a Orwell y sus camaradas compañeros, ciudad que soportó heroicamente el asedio más largo de las ciudades españolas,  y quien resultó vencedora, siendo leal a principios que esa chusma devastadora no podía entender.

El monumento que  ahora se levanta es precisamente para exaltar al que estuvo tirando tiros y bombas contra la ciudad. ¡Es increíble a lo que puede llegar el trastorno de algunos, para desfigurar la realidad que  molesta!. Cada uno  puede hacer con sus recursos lo que quiera, gastárselo en chuches,  putas o en hacer un altar a Orwell, aunque esto sea conmemorando algo tan prosaico como es tomar una taza de café, que para más INRI, el mentado nunca se llegó a tomar. Se puede sublimar e intentar mitificar lo más rastrero y procaz, pero uno siente la vergüenza de los que no sienten vergüenza cuando se mitifica  superficialmente cualquier triquiñuela, se sublima cualquier gesto por banal que sea…, todo para canonizar a alguien.

Es lo que se ha hecho siempre. Así, de acuerdo con la pertinaz realidad, algo que siempre me ha indignado es que a la hora de enaltecer a alguien se sigue canonizando, como siempre se ha hecho, y si no se le puede declarar mártir se le declara confesor en función de la defensa de supuestos valores. Solo falta que ante el nuevo altar pongan un lampadario. Es la estructura de la mente humana que usa los mismos mecanismos para motivaciones que cambian como el tiempo y las chaquetas. Se estuvo persiguiendo judíos y judaizantes, moros y moriscos, brujas y protestantes y, ahora, se persigue a fachas y fascistas, o a los que querrían que fueran fachas y fascistas. La realidad es que lo es todo el que  propone desde un aparto, su aparato,  un control  y niega que otro pueda ponerle en  evidencia.

Solo el obispado de Barbastro ha demostrado talla para mantener en la fachada de la iglesia de San Francisco los nombres de todos los asesinados impunemente por los rojos. Después de eliminar todos los inscritos en iglesias y monumentos, Huesca estoicamente y en silencio permitió el Parque a los Mártires de la Libertad. Es una distorsión de la historia.  El monumento a Orwell encontraría su lugar, si es que hay un lugar para él, en las trincheras de la sierra de Alcubierre o, todo lo más, en una de las rotondas periféricas de la ciudad.  El mulo de montaña hizo más por la ciudad que el propio Orwell que contribuyó a destruirla. Este  monumento  es otro insulto a la ciudad porque desfigura lo que fue la realidad. Lo que este señor espetó  con  visos de usar un recurso dialectico, bastante prosaico,  sus canonizadores,  a despecho de los que fueron asesinados por sus camaradas, lo ha convertido en frase lapidaria para blanquear su hoja de servicios. Ni caperucita roja se acostó con el lobo feroz ni el rojo Orwell supo tomarse un café en Huesca,  porque los de esta ciudad no se lo permitieron, por mucho que ahora post mortem se lo quieran hacer  tomar. Ni vino, ni pudo venir,  ni hubiera venido si le dieran otra oportunidad. Así se elaboran los fakes.

Hay una pedagogía pendiente con respeto a los descendientes  de los que pusieron las cosas para que un general, Franco, se sublevara y se auto denominara “generalísimo”, “caudillo” y pudiera ejercer  de dictador. Las culpabilidades juegan malas pasadas, pero el pasado fue dramático para todos, y no se acalla elaborando  fakes sino con terapia apropiada.

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