No podía ser de otra forma. Hay un derecho consuetudinario que no precisa de escrituras de propiedad y que está en vigor. Otra cosa es que los administradores eclesiásticos locales respiren inconscientemente en el Edén que se han conformado. El santuario de la Virgen de Casbas de Ayerbe siempre ha sido y, consecuentemente, es del Obispado de Huesca. Distinto es que este Obispado haya perdido una oportunidad para ir solucionando un problema.
Ninguna entidad que económicamente quiera ser solvente mantiene un activo de más de cuatrocientos edificios con resultados de gestión no solo en rojo sino en ruina total. Hay un ordenamiento canónico que está en vigor, pero falta un sentido común en unos gestores que prefieren no ver el que es un negro porvenir. Todos los años, en otoño, la Diócesis presenta un estado de cuentas que la gente no repasa y acepta por la proclividad, que es un valor, a fiarse de sus gestores. Este estado de cuentas es ininteligible. Es un recurso muy pobre para no dejar las cosas claras. Ni de lejos puede deducirse cómo se pormenorizan los ingresos, ni mucho menos quedan aclarados cuáles son en realidad. Es imposible deducir la distribución al quedar mezclado en esas cuentas lo más nimio con lo muy gravosamente pesante. Entre otras posibles conclusiones uno no puede menos que concluir que hay capítulos que están dentro de lo que hoy se entiende por economía sumergida, como son la gestión de las Colegiatas de Alquézar y Bolea, las ermitas de san Fructuoso de Bierge y San Miguel de Foces, el Museo Diocesano y la iglesia de San Pedro el Viejo. Habría que deducir que el enorme complejo que es la Catedral, imposible de mantener con autonomía, está soportado por no se sabe qué fuerzas extrarreales.
Lo sucedido con la ermita de Casbas de Ayerbe es una oportunidad perdida. Para más desconcierto el cura es el Delegado del Patrimonio. Muchos ayuntamientos afrontarían con disponibilidad, incluso satisfacción el mantenimiento de ermitas incluso de iglesias parroquiales. Nadie niega lo efectivo que es lo que están haciendo las entidades civiles cuando lo hacen. Hay una tradición más o menos latente en la sociedad secularizada: es la religiosidad que habría que precisar, priorizándola en los acuerdos de cesión; hay otras actividades que de entrada habría que excluir sin ambigüedad, y hay una distinción entre propiedad y posesión que podría ser subterfugio para soslayar ordenamientos jurídicos establecidos, sean civiles o eclesiásticos. Las cesiones son posibles e ineludibles. Defender obstinadamente la propiedad, por muy legitima que sea, es una falacia.
El clero español todavía no se ha dado cuenta de que hubo una Desamortización, ni ha obrado en consecuencia. El Obispado de Huesca, como otros, no puede mantener con dignidad lo que legítimamente posee, por haberlo creado y mantenido con los creyentes de cada pueblo, todos, gestionándolo bien. Sus actuales gestores eclesiásticos carecen de visión para afrontar el futuro. La Catedral y su Entorno, que lejos de mantenerse adecuadamente, está en progresivo deterioro incrementado últimamente con las excavaciones arqueológicas, necesita una forma de ser gestionada mediante “algo”, más exactamente, un colectivo de personas responsables y con conocimiento, que impida el deterioro, prevea un futuro autónomo frente a la acaparadora administración civil de peculiares grupos políticos, y que sepa crear y gestionar recursos como, con digno ejemplo, lo hace Cáritas. Debe hacerse ya visible el Plan Director de la Catedral de Huesca, que no va a solucionar nada, pero que puede empeorarlo todo. Está el precedente del Tanto Monta, joya gravemente alterada por la desidia de la Delegación del Patrimonio y el Museo Diocesano.
El 9 de octubre de 2022, publiqué en este diario el articulo “El patrimonio artístico de la Iglesia española y otra forma de gestionarlo”. Llevado a mi página web está rozando las 20.000 visitas, más las innumerables hechas directamente en el Diario de Huesca. Los datos ponen de manifiesto que hay un problema y una expectativa que traspasa el interés de estas tierras. Que se sepa, no hay una iniciativa seria a nivel de Conferencia Episcopal Española a pesar de que sobre este tema, la gestión autónoma del Patrimonio, ya se le llamó la atención en 1971. El Obispado y Diócesis de Huesca tienen un muy negro futuro porque ha permitido que los recursos humanos propios, el clero, envejeciera y entrara en proceso de cansancio y desengaño, si no es de auténtica frustración. Esta realidad no ha sido mejorada por los dos últimos singulares obispos, que para más inri, se escudaron en dos vicarios de mentes congostas y estólidas respectivamente. Huesca no puede perder el Obispado como perdió la Universidad. Tiene un patrimonio que será su signo de identidad en todo momento, y más lo sería en esta posible pérdida. Mientras tanto, la realidad es que nunca tendrá recursos propios para mantenerlo y que carece ya de recursos humanos conscientes, con luces y decidida voluntad para prevenirlo y afrontarlo. Defender que es suyo y pedir que se lo mantenga la administración civil “no va a misa”. Tempus fugit