Pablo Iglesias: el adversario no es Sumar ni Yolanda Díaz

Ex coordinador general de Izquierda Unida en Aragón
29 de Abril de 2023

Para alguien como yo, que modestamente lo di todo para construir Izquierda Unida, que se creyó -ya por aquel entonces- que los partidos políticos habían jugado su papel en el paso de la dictadura a la democracia en nuestro país, pero que debían reformular muchas cosas, regenerar muchas otras, buscar formatos y dinámicas distintas,  dejando de ser fines en sí mismos, con pocos más objetivos que ganar elecciones, aumentar poder y réditos, así como hacer de la política corporativamente un oficio y no una representación durante un tiempo limitado.  

Aquellas mujeres y aquellos hombres sufrimos todas las crisis, propiciadas desde dentro y desde fuera, la sistemática embestida de todos los poderes -eran tiempos del bipartidismo PP-PSOE con la complicidad de CiU y PNV- y por eso nunca quisieron modificar una Ley Electoral injusta.  Era el poder económico al que no interesaba lo que decíamos, el financiero, el mediático, los aparatos del Estado, …  Nosotros que tuvimos la valentía de cuestionar públicamente la monarquía, nos opusimos al Tratado de Maastricht, una de las raíces de donde viene un errático proceso de construcción europea.  Los que planteamos abordar en serio, un nuevo modelo de estado, una organización territorial distinta, anticipándonos a lo que ahora ha sido toda la crisis en Cataluña, propugnando la importancia del papel que se debía dar a los Ayuntamientos, interpelando el del más que cuestionable Senado, las DDPP, …. Cuando el ecologismo, el medio ambiente, era cosa de cuatro …, ya aseverábamos que no había proyecto de desarrollo posible si no tenia en cuenta la sostenibilidad del medio o que decíamos se avecinaba un problema gravísimo como el de la emigración, consecuencia de las terribles diferencias norte-sur y muchas otras cosas más.

A esas gentes, entre las que me incluyo, les impactó la que se llamó “revolución de las plazas”, donde una buena parte de la sociedad se movilizaba. En parte de ahí aparecieron nuevas organizaciones políticas como Podemos y justo es reconocer, que suscitaron expectativas, se rompía el bipartidismo en este país. Creo que deben valorarse algunas de las medidas del gobierno de coalición PSOE-UP, teniendo dudas de que, si no hubiera sido por el impulso de Unidad Podemos, alguna vez habrían visto la luz, fundamentalmente porque existirían otros socios y porque en el PSOE y en su entorno todavía hay abundante poder que preferiría volver al bipartidismo de la alternancia, para hacer lo mismo o parecido, entre el PSOE y el PP.  Precisamente por eso, es legítimo que Podemos quiera tener su espacio político en los futuros comisiones electorales. 

Sin embargo, esas mismas personas, y yo, andamos muy preocupados por la deriva que se está produciendo entre Podemos y el resto de actores de las izquierdas.  Nos preocupa esa presión y en ocasiones ataque sistemático de Podemos, abanderado por Pablo Iglesias contra Yolanda Diaz y la plataforma de Sumar que está en fase de construcción, como lo estuvo IU en su día y que fracasara, si como entonces, acepta ser rehén de los partidos políticos, convirtiéndose en uno más al uso.  

Esa confrontación sistemática a través de las redes sociales y los medios de comunicación a la mayoría de la gente no le preocupa ni da solución a ninguno de sus problemas, en otros casos, directamente no la entienden, desprestigiando y restando valor a lo que se haya hecho bien, a lo que se pueda proponer a la sociedad, a la capacidad de las izquierdas para estar unidas y gestionar.  Es caminar hacia el precipicio y me temo que la próximas elecciones municipales y autonómicas darán un síntoma con un resultado no bueno para algunos.

Algunos como yo, desde fuera, como meros observadores de un fenómeno que nos despertaba expectativas, ya empezamos a sentir cierta inquietud cuando del núcleo inicial de Podemos desaparecieron Luis Alegre, Carolina Bescansa, Íñigo Errejón y muchos otros,  después lo ocurrido en Madrid con Manuela Carmena, en Aragón, Andalucía, … la división de la izquierda tenía unos beneficiarios claros.  ¿Todos eran malos, todos se iban a casa o a todos se les invitaba a marchar, por no decir, los echaban, por qué la idea original de confluencias era subvertida por la imposición de los partidos, de un partido en concreto?  Incluso nos producía dudas y ciertos temores, ver que en cortos espacios de tiempo, uno y solo uno -como si no hubiera otros capacitados  o fuera una especie de Mesías-, era el número 1 a las Elecciones Europeas, a la Presidencia del Gobierno de España, a la Presidencia de la Comunidad  de Madrid, … Llegando aún más lejos y cuando se cansó o decidió abandonar la política -quizá de la primera línea, porque creo sigue estando allí-, dictó quien sería su sucesora, manifestando en esos tiempos bastante poco respeto a ella misma -Yolanda Diaz-, a las respectivas militancias, a las  bases de Unidas Podemos, que no hacía tanto había presentado en sociedad como algo  participativo y construido desde abajo.  

Creo que la política no es cosa de Mesías.  Tampoco es mero tacticismo, titulares grandilocuentes, pataletas, ruido, teorías a base de tuits u ocurrencias en redes sociales o medios de comunicación. 

La política no debe ser “cuanto peor mejor”, la política no es poner el dedo como si se tratara de “Cesares de Roma” sobre alguien, para luego desde detrás decirle que debe hacer e incluso poner a quienes han de ocupar los cargos.  En la política no debe valer todo.

La política y la izquierda deben aprender de una vez, que no hay verdades absolutas, es bueno hacer autocrítica, rectificar cuantas veces sea preciso -algún caso bien cercano tenemos de mantenerla y no enmendarla- y eso en modo alguno va reñido con ser firme en la defensa de los postulados de cada uno.

En la política de las izquierdas sobran Mesías, Césares, gurús, visionarios, gentes que se escuchan y no escuchan.  La política de las izquierdas no se hace con rojos de salón, que son los más puros, los más rojos, los más de izquierdas, pero también los menos apegados al terreno, los que menos pisan el tajo, los no dan ninguna solución a los problemas de quienes representan, porque además de perseguir la revolución, hay que dar salida todos los días a las cosas del comer.

La política es algo más, no se puede ir de revolucionarios sin conjugar teoría y praxis.  Y en la praxis, no se puede pretender que las propuestas de los teóricos izquierdistas salgan al cien por cien, puesto que no tienen el respaldo social suficiente de la sociedad y quizá, aunque lo tuvieran, no deberían silenciar y no escuchar otras posibles ideas. 

La política es dar ejemplo, ser coherente, aportar, escuchar, defender a quienes se representa verdaderamente, hacer las cosas de otra manera, con otros formatos puesto que el descrédito hacia los políticos es evidente y palpable, utilizar la dialéctica -tesis-antítesis-síntesis, buscar el mejor acuerdo posible sin por eso ser tachados de traidores, diferenciar el interés general, el colectivo, los verdaderos problemas de la sociedad, del mero interés partidista o personal.  

Las políticas de izquierdas son los principios, los valores, la lucha, la articulación de la sociedad civil, los derechos, las libertades, la solidaridad, el reparto justo y equitativo de la riqueza, afrontar cada día los problemas de los más débiles, de los más vulnerables, de los trabajadores.

También en las izquierdas es necesaria la humildad, el respeto a otras culturas políticas, al derecho tanto a la independencia personal como a quien militando reconoce la soberanía y autonomía de un proyecto superior, de otro espacio que interlocucione con la sociedad,… No soy un nostálgico, esto es lo que pretendió ser y no nos dejaron o no supimos hacer de IU, un espacio de encuentro entre gentes diversas, con ideologías y culturas distintas, donde sentirse útiles, donde participar de verdad y donde gentes con carnet de partido y otras sin él, coinciden en un gran pacto, proyecto, propuesta, programa de sociedad, de Estado y de gobierno. 

No pretendo dar lecciones a nadie. Aquí, si no se para esa deriva, la abstención entre posibles votantes de las izquierdas aumentará, el debilitamiento de opciones de izquierda o progresistas en su conjunto, también, se fortalecerá a la derecha, se acercará al PP al poder, con el añadido de que ahora estará Vox, que puede crecer y todavía endurecer las políticas de derechas que ya sabemos a qué conducen, a quienes benefician y también a quienes perjudican.  Si se continua en ese escenario, se avanza hacia la recuperación a medio plazo del bipartidismo que se consiguió romper.   Y lo que es peor, volverá a romperse la ilusión de muchas gentes y se cometerá el error teórico -quizá Podemos ya está en esa dinámica- de creer que toca ir a la oposición y desde allí comenzar de nuevo una especie de reconquista.  Error, porque no es fácil renacer de las casi cenizas, seguir perdiendo gentes en el camino, porque tal vez no haya reconquista ni reconquistadores, porque se propicia el abandono o doblegarse a lo que el sistema y el modelo imperante impone sin margen ni herramientas de resistencia dado como está la sociedad actualmente. 

Por eso, creo que deben cesar las hostilidades y que lo coherente hoy es sumar, sumar y sumar.  No desaprovechemos esta oportunidad de esperanza.

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