La originalidad no es una de las características distintivas del nuevo Plan Pirineos anunciado hace unas semanas por el gobierno aragonés. En esencia, este plan no deja de ser una copia del presentado por la administración anterior aunque rediseñado bajo unos criterios económicos y medioambientales más razonables. Principalmente, consiste en un catálogo de inversiones centradas en el turismo de nieve y montaña distribuidas entre las cuatro comarcas pirenaicas. Poco más.
Es importante subrayar que un listado de inversiones no constituye por sí solo un plan. Un plan implica la puesta en marcha de un conjunto de acciones dirigidas al logro de un objetivo específico. El propósito es, por tanto, fundamental. Con esta premisa lo que cabría haber esperado es que, con anterioridad al anuncio de las inversiones, se hubieran fijado los objetivos de esta iniciativa y que estos, a su vez, se hubiesen elegido en un proceso de diagnóstico de las necesidades y de los desafíos de los distintos territorios pirenaicos. No parece que se haya seguido este planteamiento en este Plan Pirineos, de ahí que es muy probable que esta iniciativa del gobierno aragonés, incluso con los beneficios que puedan reportar estas inversiones, se quede lejos de resolver las necesidades actuales de la sociedad montañesa.
Hasta hace poco tiempo, un plan inversor de estas características se habría distinguido como una apuesta innovadora para el desarrollo rural. Sin embargo, en la actualidad, este tipo de políticas han demostrado que se quedan “cortas” y que no llegan a cumplir las expectativas de los territorios agraciados con estos proyectos. Sorprende, en este sentido, que la política autonómica siga respondiendo a las necesidades de las comarcas de montaña con los mismos argumentos e instrumentos de hace 20 o 30 años y que ignore los profundos cambios que han acontecido en los entornos fuertemente turistificados. Este desajuste entre lo que la sociedad necesita y lo que la política ofrece se ha convertido en la nueva normalidad en las instituciones públicas. Las iniciativas gubernamentales dirigidas al medio rural son un buen ejemplo de esta incapacidad política y este Plan Pirineos viene a confirmarlo.
Actualmente, existen dos desafíos principales que debe abordar toda estrategia política dirigida al Pirineo. El primero, y más sencillo, es buscar una solución al problema de la vivienda. Es insólito que el Pirineo reproduzca las mismas tensiones en el mercado residencial que otras zonas infinitamente más pobladas, sobre todo, y paradójicamente, cuando el problema de la despoblación sigue siendo una amenaza vital para muchos de nuestros pueblos. Escapa de toda comprensión que, hoy en día, muchos jóvenes y parejas que desean vivir en el Pirineo tengan que renunciar a su sueño por no poder acceder a una vivienda. Este fallo de mercado tiene que corregirse desde la política.
El segundo desafío es más estructural y tiene que ver con las limitaciones de índole empresarial y laboral que caracterizan una economía como la pirenaica. Es necesario trascender el paradigma de la especialización productiva en el turismo para evolucionar hacia un modelo basado en la diversificación económica. El respaldo del gobierno aragonés al turismo de montaña debe ir acompañado de un apoyo sólido al resto de sectores productivos, empezando por la ganadería tradicional y por aquellas industrias compatibles con la conservación del medio natural. Sólo mediante una clara apuesta por unos motores de desarrollo complementarios al turismo será posible evitar las consecuencias indeseadas de la dependencia económica de un único sector productivo, entre ellas la precarización en el trabajo y la escasa variedad de la oferta profesional.
Contrariamente a lo que se viene afirmando, no es una obligación del ejecutivo aragonés trabajar en la desestacionalización del turismo pirenaico, esta tarea atañe a las asociaciones empresariales del territorio y a las administraciones locales. Donde debe actuar la política autonómica es en la implementación de un paquete de medidas que favorezca la diversificación de la economía de montaña y que corrija el problema del acceso a la vivienda. Sólo entonces estaremos ante el plan que necesita el Pirineo.