A estas alturas, en pleno mes de fiestas en toda España, ocasiones propicias para la juerga y el desenfreno, sin duda bien merecidos tras la pandemia, ya todos tenemos nuestra bien fundada opinión sobre la conveniencia y moralidad de los festejos de la primera ministra finlandesa así como del oportunismo del filtraje del reel aperturante de todas la breaking news.
A estas alturas, es evidente que la primera ministra se ha visto sometido a un escrutinio sin precedentes, pero.... fuera de su país.
A estas alturas, a algunos se les ha aparecido la virgen bajo la apariencia de primer ministro, para ganar unos pocos días más en la política del despiste y camuflaje sobre la ley de seguridad ciudadana, las imposiciones energéticas, el estreno de la nefasta ley de educación, o la aplastante carestía de la vida, repuntes del paro y lento e inexorable aplastamiento de libertades y derechos.
A estas alturas, los gritos de alegría y de placer de la mediática primera ministra y su tropa son acallados por las insanas risotadas de la casta nacional protagonista de nuestra travesía hacía el más siniestro de los desiertos y abismo más profundo.