Hace algunos años, paseando por Roma, una amiga mía cubana le decía a nuestra amiga venezolana que tuvieran cuidado porque Venezuela tenía pinta de acabar como Cuba. Que en Cuba se había comenzado así y ahora se veían prisioneros de una dictadura a la que no se le veía el fin.
Hoy, a la vista de lo pasado en los últimos días, me parece como una profecía que, desgraciadamente, se ha cumplido.
Para mí, todas las dictaduras son abominables. No hay justificación para ninguna.
Solo que, y me reafirmo en el rechazo a todas las dictaduras, viendo lo que están haciendo algunas de izquierda, la franquista no me parece tan mala como las que se están dando en la actualidad.
Viendo los comportamientos de las actuales, me pregunto cómo habría sido la España del cuarenta y siguientes cuarenta años, si los vencedores hubieran sido los del bando republicano.
La de Franco duró cuarenta años y, a pesar de que dijo que lo dejaba todo “atado y bien atado”, resulta que no lo fue tanto. Sí lo fue la dictadura cubana que ya lleva casi sesenta años; que Fidel se la pasó a su hermano Raúl y éste al actual Canel que no parece que tenga intención, de momento, de pasar la pelota a otro. Y si lo hace, seguro que será de su cuerda.
Ahora veamos a Maduro en Venezuela que, a pesar del clamor internacional, ahí lo tenemos, presidente por usurpación del poder a quien legalmente le pertenece y sin poder presentar las actas de las votaciones. Con toda su cara.
Y sería interesante analizar otras muchas que se están cometiendo y de las que habría mucho que decir.
Sin embargo, aquí, tan nuestros nosotros, vamos a dedicar un año entero a exaltar la figura del dictador Franco, que no va a ser otra cosa que dale alas a los nostálgicos y para reavivar el recuerdo de alguien que mejor estaría descansando, que es lo que deben hacer los muertos. Sean quienes sean. Ya lo quitaron de la sepultura. Dejadlo que descanse en paz. A él y a nosotros también.