Estamos próximos a culminar el año litúrgico. Después de escuchar las críticas hechas a Jesús por parte de los fariseos y de los maestros de la Ley en los evangelios pasados, hoy somos trasladados casi al final de lo que conocemos como los discursos escatológicos de San Mateo. Estos discursos son textos que nos hablan del fin de los tiempos y de la preparación para la segunda venida de Jesucristo.
La Parábola que se proclama es la de las diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. A la luz del texto original en San Marcos, podemos notar la intención de Jesús. Él quiere que acojamos el Reino de los Cielos que llega con su persona, con la misma alegría con que se celebra unos esponsales, pero Mateo aprovecha la parábola para transmitir a la comunidad judeo-cristiana el no rendirse a la hora de aguardar esa segunda venida del Señor.
Los detalles son evidentes: el protagonista (el novio) es Jesucristo; “no hay novia”; los personajes secundarios son las amigas de la novia que aguardan la llegada del novio. La escena se produce en la noche. Pero el detalle más significativo es la puerta. En la Parábola del Buen Pastor, Jesús es la Puerta. En esta parábola la Puerta se cierra. Es un dato importante para una cultura donde el festejo de una fiesta tan especial suponía la participación de toda la comunidad. La historia choca con el pensamiento y hace reflexionar al oyente, haciéndole caer en la cuenta de que en esta “boda” el que no esté preparado no puede entrar. Otro dato significativo y no menos importante son las lámparas encendidas, símbolo de la fe que un día recibimos en nuestro bautismo.
El final del Sermón del Monte, que se encuentra al inicio del Evangelio de San Mateo, tiene un paralelismo con el final del texto de hoy. Allí, quienes escuchan la Palabra de Jesús y la ponen en práctica son llamados “sensatos” o prudentes, mientras que los “necios” demuestran la actitud contraria. Prudentes eran las cinco vírgenes que llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. A lo largo de todo el Evangelio Jesús nos ha venido diciendo que el amor es ese aceite que debemos guardar en las alcuzas de nuestro corazón, para que no nos falte el día en que nos encontremos con Él. Asi pues, la mejor forma de esperar activos la venida de Jesucristo es con la práctica del amor. Pero es una realidad que sólo tú puedes vivir. La negativa de las “prudentes” de no querer compartir su aceite no es un acto egoísta, sino la idea de que nadie puede vivir el amor en lugar de otro.
Hoy estamos llamados a iluminar nuestra humanidad, oscurecida por el pecado, con el amor. La segunda venida de Jesucristo nos invita a estar preparados para un encuentro que, en todo caso, tendrá lugar a la hora de la muerte.