La Roja y los mitos

16 de Julio de 2024

1800 personas en un mismo lugar vibrando con el mismo  entusiasmo ofrecen una alentadora  evidencia, una inusual sinergia que, como un activo, un mecanismo, una dimensión añadida contagia, levanta el ánimo, se constituye en una fuente de energía diferente y motivadora, viva. Si en ese encuentro y momento su equipo marca un gol, la insuperable sincronía es algo  añadido, una dimensión nueva, una fuerza externa pero transformadora que contagia felicidad. Irrumpe con  el mismo efecto unificador  que se da en  los arenques  de aguas  profundas modificando al unísono la dirección de todos, o los estorninos con una extraña armonía efectuando bellísimos bailes en el firmamento. Hay algo real, vivo, oculto, diferente de las individualidades que motiva al colectivo  dejando de  ser masa para ser un ser comunitario extraordinariamente vivo.

¿Qué  causa esta sinergia? Un factor, un agente novedoso, que polariza, excita, lanza con tal fuerza que colectiviza armónicamente  … la naturaleza con su ultra realidad que le subyace ha hecho que  la mayor parte de los seres vivientes sean necesariamente  dependientes  hasta motivar  una necesidad de dependencia  de algo, alguien que electrice, conduzca, dirija… Los  entendidos en comportamientos sociales  pueden hablar de causa, motivo y, sobre todo, de la existencia y necesidad de líderes.… Son comportamientos que magnetizan porque dan seguridad, son una realidad admirable como tantas otras de nuestro medio envolvente,  como pueden  ser otras experiencias de belleza, de seguridad, de sosiego…

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Pero esta bella experiencia  tiene otras lecturas, ¿qué está pasando con estos colectivos, siempre jóvenes, activándose  de forma admirable ante experiencias como la del domingo y lunes con la Roja  y permaneciendo  ajenos, desmotivados, no seducidos ante líderes, que pretenden serlo, ante paradigmas  que fueron dadores de vitalidad, ante puestas en escena, experiencias compartidas, causas sublimes, objetivos irrenunciables… En definitiva ¿Por qué este colectivo es o son insensibles e ininfluenciable a preestablecidos mensajes? ¿Por qué es real esa ruptura abismal entre la generación de provectos, como es la nuestra,  y la de los que vienen detrás, la juventud? Esto es un drama en nuestra cultura y civilización. La indiferencia que se constata es descorazonadora ante experiencias religiosas que son profundas, nada vacuas, ante  estamentos  sociales que trasmiten vida y felicidad, ante los políticos, ante causas incuestionablemente correctas… ¿qué es y significa esta ruptura, de consecuencias previsibles?.  Hemos conseguido respeto, quizá mero silencio, aun erradicado la proclividad a soñar. Hemos o han desentrañado mitos, han eliminado ritos… hemos circunscrito a la  gente a una realidad, quitándole el encanto y  esperanza. Es la más cruel de los destinos  no dando motivos, al menos, para soñar.

Los que vivimos tempos de escasez y dificultad, aquellos cuando a la vuelta de la mili sabías que tenias que buscarte la vida, hemos logrado que las generaciones siguientes no tuvieran esa necesidad perentoria. Más, nos hemos propuesto que fueran felices, a nuestra manera, dándoles una sociedad de bienestar. Les hemos asegurado  que mientras estemos disponibles pueden contar con nosotros, pero, sin  pretenderlo, hemos olvidado de pertrecharlos para la vida. Ítem más, los iluminados hacedores de esta sociedad decadente, han redimido, la están redimiendo  diseccionando y vaciando  mitos, haciendo obsoletos ritos, desenmascarando axiomas, hundiendo a los seres en una cruda realidad,  barnizada con el bienestar pero ocultando  que  bien estar solo puede funcionar con el bien ser. ¿Qué tiene de extraño que las nuevas generaciones ante tan burda puesta en escena  busquen nuevos mitos, se arropen en nuevos líderes, se inventen nuevos ritos?,

Es admirable y debería hacer pensar que el nombre de España solo sea incuestionable, y unificador de todo un país, ante la personalización que le da la Roja, que haga olvidar el aldeanismo de vascos y catalanes, que la bandera intencionadamente prostituida al vincularla a tiempos pasados, sea un auténtico símbolo, que los cánticos y canciones, los gritos, de “soy español”  se muestren como  una vivencia profunda en  un colectivo para el que se ha inoculado  complejos de inferioridad, que  los colores, los maquillajes sean expresión libre y sentida de un sentimiento común, España, país grande … expresión de un deseo de que este gran país quiere y merece que vaya indefectiblemente hacia “arriba”, como casi siempre ha sido a lo largo de su historia a pesar de líderes infames.

Conmocionadora experiencia la que motiva la Roja, experiencia que es llamada de atención  ante carencias motivadas, ante destrucción de precedentes  que lo único que buscan es borrar y destruir,  cuando el infame Sánchez Pérez-Castejón pretende silenciar la monarquía y ningunea con impúdica desvergüenza al Rey, cuando esa señora mayor y desaliñada, la Montero, pretende cantonalizar España, con intenciones ya no tan ocultas. Cuanto en ese cártel  de coristas y coristos que les arropan, falta  ingenio y sobran intereses en  impedir que este país siga siendo grande y unificado  a despecho unánime del nombre  España gritado por innumerables españoles, que sienten de forma diferente. Es patético que frente a todo ello ofrezcan  patochadas, chuminadas y aberraciones, que  se venden  como derechos.  La España real, los ciudadanos que se sienten “españoles” necesitan otra cosa. Allí está la Roja.

Una experiencia como la de la Roja es catárquica e ilusionante, y  es un  grito y una denuncia, a la usurpación que han hecho los seudo líderes, con seudo relatos de baja resolución,  a las transformaciones que bajo el barniz de progreso están, quizá estamos,  imponiendo a las nuevas generaciones, ante los políticos  vacuos e infames, que han usado la democracia para instalarse a costa del país.

Es otra cosa diferente a contagiarse con un entusiasmo ocasional, el constatar que un colectivo mucho más que numeroso, futuro de España, ya no nos  reconocen  porque no les ofrecemos mitos ni líderes, sino relatos e individuos  que, porque son vacuos e  infames, no tienen capacidad de ilusionar. La Roja, sí.

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