A veces cuesta ver la luz tras tanto oscuro dato que nos va hundiendo mucho más en nuestra desgracia. Esta historia comienza allá por las postrimerías del siglo pasado con la alegría de entrar en el euro, una corta alegría que pronto se vio empañada por una fuerte subida en el nivel de precios, pasando del “todo a 100” al “todo a un euro”, es decir, hace ya veintidós años que empezamos a perder poder adquisitivo y no hemos parado.
Luego vino la crisis del 2008 que en España había comenzado en el 2007 pero sólo la vio Manuel Pizarro ¿Se acuerdan cómo se reían de este turolense los medios de comunicación? Y la crisis no fue lo peor, sino que la manera tan caótica y desordenada de enfrentarse a ella que tuvo Zapatero. Fue catastrófica; aunque la puntilla final la dio el infausto Montoro subiendo los impuestos mucho más de lo que pedía Izquierda Unida.
Sobrevivimos, pero no volvimos a ser los mismos, la economía ya estaba muy tocada y nadie hacía nada para repararla. Ni siquiera la llegada de un nuevo presidente que venía a “regenerar” consiguió que la economía mejorara, más bien todo lo contrario, los últimos datos del 2019 mostraban que nos dirigíamos a una crisis; por lo que la llegada del COVID sirvió a Pedro Sánchez como escudo ante la malísima y pésima gestión que había realizado.
La crisis sanitaria que sufrimos en el 2020 fue un impacto negativo para todos los países, pero para el nuestro fue devastadora por culpa de nuestros gobernantes; unos dirigentes más preocupados en salir bien en las imágenes del telediario y en ser loados por el Gran Wyoming que en solucionar los problemas de España y los españoles.
Entre el COVID y hoy ha pasado una erupción volcánica (con efectos negativos que aún hoy se dejan ver) y hace unas semanas las riadas que han afectado a Teruel, Valencia y Cuenca. La España en la que vivimos no es ni la sombra de lo que era en el año 2000. Un cuarto de siglo ha sido lo que ha costado reducir a cenizas al país que era la octava potencia mundial.
No escribo esto para mostrar ahora una retahíla de mensajes bonitos y fraternales de “saldremos más fuertes”, “juntos lo conseguiremos” o “el pueblo salvará al pueblo”. Nada más lejos de mi intención. Si seguimos creyendo en esta serie de lemas, dentro de otro cuarto de siglo sólo habremos conseguido hundirnos más en la miseria.
Esfuerzo y sacrificio es lo único que nos pueden sacar de donde estamos. Esforzarnos y trabajar duro, no esperar a que venga el papá estado a darnos una ayuda o una subvención, es la primera parte de la solución. Y luego hay que sacrificarse. Un sacrificio continuo y en todos los aspectos de la vida. Hay que dejar de consumir y empezar a ahorrar, eliminando nuestras deudas. Hay que dejar de pensar en vivir en el centro de las ciudades e ir allá donde haya trabajo.
No es el típico mensaje que se está dando, pero es la verdad. La verdad no sólo nos hará libres, sino que es el único camino para el triunfo. Pero si prefieren seguir viviendo engañados, háganlo, aunque el engaño sólo tiene un final: el desastre.